domingo, 16 de octubre de 2011

La batalla de los números. Artículo de Fernando Luis Egaña

Fernando Luis Egaña

noticierodigital.com

Ya empezaron a salir, una vez más, encuestas para todos los gustos y colores. Unas reportan una caída en barrena del señor Chávez y su régimen, otras anuncian exactamente lo opuesto, y no faltan las salomónicas que registran un fuerte descenso del régimen y un apreciable ascenso de su máximo exponente. Y aquellas que más resuenan no necesariamente son las más rigurosas. Más bien lo contrario.

Y a la par de las encuestas, ya varios de los más conocidos encuestadores andan de medio en medio promocionando sus hallazgos cual producto comercial y pontificando sobre lo divino y humano. Oráculos de nuevo cuño en el confuso panorama venezolano. Unos parecen futurólogos, otros presentólogos, también los hay pasadólogos y eso sí, buena parte son todólogos…

En Venezuela hay encuestadores serios y responsables, pero no faltan sino sobran los faramalleros de la mercadotecnia que tanto daño le hacen a la credibilidad de la profesión y al proceso de formación de la opinión pública. Y no sólo porque se equivoquen con curiosa frecuencia, sino porque algunos operan con el doble sombrero académico y clientelar. En otras palabras son insidiosamente “independientes”…

Y eso suele suponer un condicionamiento directo a la profesionalidad del trabajo investigativo, que incluso llega a generar fundadas sospechas cuando el experto se esmera en no revelar para quién labora. Cualquier experto de la materia tiene pleno derecho a trabajar para quien quiera, pero el público también tiene el derecho a saberlo. A mayor opacidad en este campo, menor deberá ser la calidad del resultado.

Tenemos casos de estudios de opinión que suelen plantear tres escenarios: en el primero gana la opción A, en el segundo gana la opción B, y en el tercero hay un empate técnico. Y para explicar el resultado final, siempre se puede apelar a la teoría del “voto oculto”… Así, hasta el más lego se puede convertir en una notoria “autoridad”.

Y uno de los aspectos más lamentables de esta charlatanería es que goza de estimable proyección en medios de comunicación de indudable importancia opinática. Quizá todo forme parte del “abajamiento” que viene sufriendo la dinámica política, por el que lo malo se empeora, lo bueno se desmejora, y lo peor termina convertido en referencia.

Las encuestadoras oficialistas, al menos las claramente identificadas, existen y se desempeñan a fin de ir abonando el terreno para los desmanes del CNE. Esa es su razón de ser, porque ni Chávez ni Fidel se van a fiar en las encuestas de maletín que monta la propaganda roja. En este respecto, ellos ni se engañan ni se dejan engañar.

Hay empresas supuestamente no-comprometidas que no lo son tanto… y por ende se prestan a participar en el juego de las expectativas. Y hay firmas de antigua y solvente data que, precisamente, son de las que menos se preocupan en la publicidad porque cuidan su crédito o principal patrimonio.

Y encima, el propio clima de intimidación política hace aún más difícil la realización de estudios fidedignos, y de serlos tampoco eso los convierte en seguros y confiables, ya que las preferencias políticas no necesariamente determinan el contenido del voto. Hay muchos descontentos que a la hora de la verdad sufragan movidos por el temor a la represalia. ¿O no?

La batalla de los números se está desplegando con toda la carga de intereses. Y el conjunto de la población se mantiene ajeno a estos entramados, y por tanto susceptible a su poder de convencimiento o manipulación. Bienvenido sea todo lo que se haga o diga para combatir esta situación.

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