viernes, 9 de diciembre de 2011

¿Capriles o Pablo Pérez?. Artículo de Luis Fernández Moyano


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¿Qué sucede con la socialdemocracia y el socialcristianismo si Pérez pierde las primarias? ¿Cómo quedarían Henry Ramos, al frente de AD, Omar Barboza al frente de UNT y quien sea el secretario general de COPEI ante un fracaso de tamaña dimensión? ¿Cómo justificarán ante las bases que se resignaron a seguir las órdenes de sus jefes viéndose obligados a respaldar a quien no estaba entre sus querencias, viendo sacrificado al hombre que, aún perdiendo, les garantizaba la cohesión, la unidad y el blindaje interno?

Alfredo Keller ha tenido el coraje de romper los paradigmas y desgarrar el celofán de la manipulación: según sus datos referidos al último trimestre, Chávez va inexorablemente al cadalso y a estas alturas, de los seis precandidatos que podrían eventualmente enfrentarlo, tres están venciéndolo por cómodos, aunque insuficientes márgenes: Capriles, Pérez y López. Cómodos, para cualquier país decente. Insuficientes, en un país como Venezuela, donde si no hay paliza, hasta un Chávez derrotado puede trampear un K.O. Como ya lo sabemos: aquí no vale derrotarlo con una victoria de mierda.

El descenso de la popularidad y/o aceptación de Chávez no ha terminado de descender desde los 74 puntos que tuviera a fines del 2005 hasta los poco más de 40 que hoy detenta. No hay que haber estudiado estadística en Harvard para llegar a la conclusión de que los horrores de su gobierno y la fatiga de sus electores se dan el abrazo del oso. Lo que un hecho insólito e inesperado ha venido a agravar: el cáncer ha quebrado las patas de su invencibilidad y si bien en sus comienzos el tumor pélvico sirvió de carburante de conmiseración permitiéndole recuperar algunos puntos, ya muestra los afilados colmillos de la brutalidad fáctica: un hombre íntimamente fracturado por un cáncer óseo con pocas fuerzas y menguadas posibilidades de vida no tiene ninguna chance de asumir la dirección de este barco a la deriva. Muchoi menos enfrentar una feroz campaña mortal.

Puede asegurar que está perfectamente sano y en plena posesión de sus capacidades físicas: si es así, ¿por qué ese rostro de luna llena y ese lomo de buey, adobado de un tinte cetrino y unas ojeras que no presagian nada bueno? ¿Sin contar las canillas de paragua para un cuerpo mórbidamente inflado? Ninguna sorpresa el rostro de preocupación de todos sus invitados, la cara de angustia de Marco Aurelio García, el mensajero de Lula, el ceño fruncido de Nicolás Maduro y la tristeza de Madame Botox, que se fuera hacia el aeropuerto farfullando sus lamentaciones por el estado de salud de su pintor de palacio. ¿Alguien recuerda alguna alegría en los rostros de los comensales? ¿Por qué ese terror en la expresión de Raúl Castro al oír el estampido de una cohetería de fuegos artificiales con el que Chávez pretendió acallar el estrépito del monumental cacerolazo que sacudiera a la capital? ¿No será que los cubanos, mejor informados que todos nosotros, están a la espera del gran imponderable que pueda brotar del trasfondo de los cuarteles? Sabido de que guerra avisada no mata soldado, todos los golpes de verdad verdad se han cumplido en el más absoluto de los secretos y en el momento menos pensado. Comandados por los más insospechados guardias de palacio. Algo de todo esto flota en el ambiente.

En estas circunstancias nadie puede negar que a pesar de los pies de plomo con los que medio se moviliza la MUD y el desesperado llamado a la precaución y la sindéresis, ya se escucha el bramido de las piedras que comienza a arrastrar el río. Este fablistán, seguro como está del inevitable desmoronamiento del régimen, se preocupa más por los resultados de las Primarias que por el margen de maniobra que le va quedando a un presidente con un pie en el más allá. Y por ahora concluye con dos apreciaciones: Pablo Pérez, a pesar del respaldo de las grandes maquinarias del centro y la centro izquierda como UNT, AD, COPEI y el MAS, no termina por despegar. Me atreveré a decirlo francamente: le faltan alas. Por más que haga esfuerzos, se le está pidiendo demasiado. Nadie brinca de un segundo plano tras un caudillo de machete al cinto, a una gobernación y de ahí a encabezar una cruzada contra el más poderoso de los políticos venezolanos después de Carlos Andrés Pérez sin que se le vea el bojote.

Henrique Capriles, en cambio, aferrado tozudamente a sus descomunales ambiciones, a su tenacidad de perseguido errante, a su bien controlado poder financiero y a su capacidad de aguante y resistencia ante moros y cristianos, no cede en el control de la punta. No es una lumbrera ni un estadista: es un político más bien local y de segunda línea, pero aferrado fanáticamente al deseo de hacerse con el Poder. Respaldado por un partido tan fanatizado como él y dispuesto a dar la pelea como si de una guerra santa se tratara. En pocas palabras: creo que Pablo no remontará y Capriles no cederá. Con lo cual ni siquiera sería sorprendente que Leopoldo López pasara al segundo lugar y diera el combate por ganar el 12 de febrero en estrecha lucha con su ex camarada de partido.

¿Qué sucede con la socialdemocracia y el socialcristianismo si Pérez pierde las primarias? ¿Cómo quedarían Henry Ramos, al frente de AD, Omar Barboza al frente de UNT y quien sea el secretario general de COPEI ante un fracaso de tamaña dimensión? ¿Cómo justificarán ante las bases que se resignaron a seguir las órdenes de sus jefes viéndose obligados a respaldar a quien no estaba entre sus querencias, viendo sacrificado al hombre que, aún perdiendo, les garantizaba la cohesión, la unidad y el blindaje interno?

Nada de esto debe temer Capriles. Si no gana las primarias, habrá avanzado un inmenso trecho hacia el Poder. Y PJ se habrá posicionado como el primer partido del país. Gana, aún perdiendo. Como los otros precandidatos. De modo que de las primarias cabe esperar muchas sorpresas. Incluso un dramático cambio del escenario político partidista. En política, nada está escrito. Hasta cabe pensar que el principal sacrificado de la partida no fue quien la perdidera, sino quien la ganara. Cosas veredes, Sancho.

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