¿Por qué Chávez no tomó la ruta de castigar los responsables internos?
LUIS VICENTE LEÓN
En Twitter: @luisvicenteleon
En el clímax de campaña, todos los eventos fuera de lo común pueden tener impactos políticos. La historia está llena de estos episodios que incluyen convulsiones naturales (terremotos), acciones terroristas (la bomba en Atocha) o incidentes que ocurren como consecuencia de la falta de inversión y mantenimiento, impericia, desorganización, incapacidad operativa o todos los anteriores (el caso del submarino ruso).
Cuando se produce una crisis de gran magnitud, se registran tres etapas: 1) el momentum: cuando se está en el desarrollo de la crisis, 2) el post trauma: se pasa del duelo a la rabia y se buscan causas, responsables y castigos y 3) el olvido: cuando la sociedad pasa la página.
En el "momentum" del caso Amuay, el gobierno actuó según el librito de control de daños. Desplazó su gente clave a la zona. Controló la comunicación sobre el accidente, privilegiando escenas de la acción gubernamental para atender el fuego, los heridos y los familiares de las víctimas mortales y amenazó, explícita e implícitamente, a los medios privados de actuar contra ellos si usaban gráficas crudas del accidente o cualquier comunicación que "generara angustia o provocara reacciones peligrosas en la población" . Es decir, cualquier cosa que no fuera lo que al gobierno le interesaba comunicar.
En paralelo, el oficialismo da un salto adelante responsabilizando a quienes todavía no le habían atacado, de atacarlo por oportunismo y "necrofilia". Interesante manipulación política con el que intentan convertir el derecho de la sociedad a conocer la verdad, en un "pecado" político. Algo nada nuevo en una revolución que considera que cualquier crítica o desacato a cualquier propuesta impresentable convierte al emisor en un enemigo a quien debe destruir.
Apenas controlado el clímax de la crisis arranca la etapa 2 que se supone de búsqueda de investigación, causas y responsables. Chávez intenta vender la idea que la explosión es un accidente inevitable, de esos que ocurren en todos lados y remata indicando que "la función debe continuar" y que él "salió fortalecido de esa candela". Interesante planteamiento. Si fuera normal que las refinerías maten personas, independientemente de la calidad gerencial, cabe preguntarse si un país decente debe arriesgar la vida de sus ciudadanos trabajando en semejante bomba de tiempo condenada a explotar. Uno se imagina al primer ministro de Noruega (o mejor al Rey, para hacer justa la comparación) ante la próxima explosión cantada por Chávez de alguna refinería por allá, parafraseando una estrofa de la canción de Simón Díaz cuando el Caimán se come a Mercedes por su baño imprudente en el caño del río: "... que eso pasa a cada rato, que son cosas del destino y que de ahora en adelante que cuente con un amigo".
¿Por qué Chávez no tomó la ruta de castigar los responsables internos? Porque está en campaña y no puede asumir riesgos.
¿Por qué no acusó como siempre a la oposición de saboteadores y responsables de la explosión? Porque estaría indicándole al mundo que todas las plantas, refinerías y pozos de Venezuela son vulnerables al sabotaje y el gobierno es incapaz de protegerlos.
Chávez tomó la ruta menos peligrosa para su campaña. La pregunta es si ahora la oposición va jugar su rol en la segunda etapa, representando a la mayoría de la sociedad que busca explicaciones, responsables y castigos o preferirá no desviarse mucho de su campaña cara a cara, sin duda exitosa en los últimos tiempos para cerrar la brecha que aún los separa. Si toma la segunda opción, pasaremos de inmediato a la fase de olvido y como dice Fausto Masó: "no es que el país olvida todo. Somos nosotros los olvidadizos"
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