Gabriel Reyes
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Durante las últimas semanas la dinámica electoral ha sufrido los rigores de tres elementos fundamentales de la Agenda Pública: Los desastres naturales y no naturales, el manejo de las encuestas y el discurso enardecido.
El candidato oficialista ha tratado de capitalizar la tragedia de los desastres en una suerte de oda a su solidaridad y capacidad para gerenciar en momentos de apremio, y a tal efecto sacó al aire una cadena presidencial evidentemente cargada de elementos de propaganda electoral que lo muestran como una suerte de superhombre, un héroe que rescata y consuela a las personas devastadas por las aguas o a las víctimas de la tragedia de Amuay. Sin embargo, esta pieza, más reactiva que otra cosa, busca enmendar el retraso en su respuesta y en el manejo poco acertado de la palabra en algunas frases lamentables como la de “La Función debe continuar” o tratar de consolar a una doliente cantando el coro de “Cielito Lindo”. En un balance objetivo, lo que pudo lograr el candidato oficialista al no escatimar esfuerzo en estar presente en los sitios afectados lo perdió en las apariciones más desubicadas que se le recuerden en 14 años de campaña política.
Ya las encuestas pedieron el efecto de instrumento de propaganda con la que la primera parte de la campaña electoral fue salpicada. Hoy día sabemos que hay encuestas para todos los gustos y la publicación de las mismas cada vez interesa menos al lector y por ende ocupan menos centimetraje en los cintillos y titulares. Pero la opinión pública se sigue consultando de manera seria por quienes valoran la técnica sobre la alharaca y es innegable un avance del candidato Capriles en los estados que concentran mayor población. Esto debe preocupar mucho al candidato Chávez, pero tal vez, la verdadera angustia del reeleccionista es la sensación de no “mover” a las multitudes como en otras oportunidades. Los repetidos llamados a la clase media y a los indecisos revelan la convicción de que no hay masa crítica como antes. La abstención de los suyos lo preocupa demasiado y el fantasma del 2007 merodea el 7O.
Los dos factores anteriores han producido un desgaste importante en el candidato que ha sido asesorado con un corazón como símbolo, quitándole el rojo para proyectarlo menos violento, tratando de suavizar la imagen para desmontar la matriz de tirano que alguien pudo haber construido. Eso era necesario, pero ¡no es suficiente!
El verbo del candidato recrudece el conflicto “Yo con Yo” que muchos analistas señalan como la causa de las derrotas electorales que ha sufrido el presidente, y este enfrentamiento altisonante, a todas luces desproporcionado indica el desespero de quien no encuentra el equilibrio para construir con el discurso y lo utiliza como herramienta de destrucción del adversario al que identifica como enemigo. ¿Dónde quedó el amarillo del suéter, el corazón de la patria, el amor como valor primordial de la campaña?
Este análisis me lleva a asegurar que los últimos 30 días de campaña servirán para contrastar la Ofensiva Electoral de quien sigue recorriendo el territorio nacional llevando un mensaje de esperanza y cambio, ignorando al desesperado adversario que endurecerá su línea desplegando una Campaña Ofensiva que buscará despertar enconadas emociones que conviertan el 7O en una batalla de sentimientos encontrados, y donde tal vez se lleve la sorpresa de que su tropa no irá porque sencillamente tanto odio los saturó y quieren un país diferente para sus hijos.
Amanecerá y veremos…
@greyesg
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