Ni cuando Barreto se lanzó contra él, respondió con puños. Capriles solo ha dado golpes en el colegio y, aunque se le ha visto frontal contra el Gobierno, ahora va por la agenda de a pie.
Por Joseph Poliszuk
eluniversal.com
El 6 de septiembre de 2004, antes de salir libre, Henrique Capriles Radonski fue a la celda de al lado. Tocó la puerta, se despidió del mismo juez que semanas antes había negado su libertad condicional, y hasta le deseó suerte: "Las vueltas que da la vida, señor juez, usted entrando y yo saliendo".
Ni el entonces alcalde de Baruta ni su juez, Juan Ramón León -acusado de extorsión en esos días- siguen presos. Hace rato que dejaron los calabozos del Helicoide, pero la anécdota muestra un ejercicio de la misma conciliación que los analistas y expertos en opinión pública empiezan a marcar como una de las claves, que le funcionaron a Capriles para coronarse como el nuevo abanderado de las filas de la oposición.
El domingo pasado la gente demostró que quiere soluciones, y en esa onda, Luis Vicente León cree que Capriles supo mostrar la gestión que tiene en la Gobernación de Miranda como garantía de progreso, frente a otros discursos con ideas más abstractas sobre democracia.
"El autobús del progreso" caló más que los llamados a una Asamblea Nacional Constituyente o a derrotar al presidente Hugo Chávez en el terreno de la confrontación. Por primera vez en mucho tiempo la agenda la marcan fuera de Miraflores y mientras el águila digiere las 3.079.284 moscas, Capriles ha reiterado que no caerá en el terreno de la confrontación.
"Si me invitan al ring me montó, pero para darle un nocaut a la corrupción, falta de empleo, hospitales que no funcionan y a la infraestructura escolar", dijo el lunes en la primera rueda de prensa que lo presentó como candidato.
Por allí van los tiros. Ya el año pasado, en medio de las primarias, había dejado el mensaje en claro. "No es tarea de un presidente juzgar a nadie", advirtió a uno de los periodistas extranjeros que el 4 de diciembre le preguntó -en el debate de Venevisión- si llevaría a Chávez a la Corte Penal Internacional de La Haya.
El cambio de viraje
En 1998 Venezuela votó por un cambio. Aunque nunca quedó claro si el teniente coronel Hugo Chávez realmente habló de "freír las cabezas de los adecos en aceite", buena parte de su base entonó los cantos de venganza que venía anunciando desde 1992. La semana pasada, más de 3 millones de venezolanos también pidieron un cambio, pero en paz.
"Estamos empezando a ver otro tipo de líder con una alta capacidad para generar confianza". Eso cree el psiquiatra José Luis Uzcátegui. Asegura que en este caso no hay una relación vertical en la que el caudillo marca la pauta desde la tarima. El de Capriles no es un liderazgo religioso y él mismo lo dijo esta semana: "No soy un mesías ni pretendo serlo".
Antes que un líder de masas que busca empatías afectivas, el psiquiatra Roberto de Vries encuentra en Capriles la imagen de un negociador con una gestión exitosa a cuestas. A diferencia del liderazgo que ha ejercido el presidente Hugo Chávez, y que de alguna forma también mostraron Carlos Andrés Pérez o Rómulo Betancourt en otros tiempos, el nuevo candidato de la oposición combina la imagen de un gerente con experiencia y un discurso que llama a la paz.
De Vries cree que Capriles podría formar parte de un club de políticos exitosos con discursos cohesivos, que comenzaron a destacar en todo el mundo desde que Bill Clinton llegó a la Casa Blanca. Pero lejos de las otras experiencias y los estereotipos de la política, en el comando de campaña del nuevo candidato destacan, por encima de todo, la imagen de alguien sencillo.
"Es un hombre cercano, esa es la característica que realmente lo define", dicen. "Un muchacho de jeans, con la franela por fuera", agregó Roberto Giusti en uno de los primeros perfiles que lo retrataron tras ganar las Primarias. No en vano otros periodistas lo describen como alguien que siempre busca aproximarse.
No es que sea el único que llame a cada quien por su nombre, pero frente a un Chávez inaccesible -cada vez más metido dentro de la televisión- el gobernador de Miranda se vislumbra como un líder alternativo, enfocado en la agenda de a pie y lo que él se ha empeñado en llamar como "una nueva forma de hacer política".
Emoción versus razón
Capriles aun así necesita alpargatas. El zurdo ya dijo que apenas está calentando el brazo y este "Caracas-Magallanes" parece más un laboratorio en el que se enfrentan emoción versus razón. El pitcher es un hombre del pueblo, salió de Barinas con un estilo agresivo y una "rabo de cochino" que no se sabe por dónde viene. Al bate, el novato está bien entrenado, tiene buen averaje y confía en el resto del equipo.
Son dos formas totalmente distintas de hacer política. El psiquiatra José Luis Uzcátegui, autor del libro La Miedocracia, advierte que si bien el discurso de Chávez apela a la pasión, no quiere decir que Capriles no transmita sentimientos: "Una de las emociones más básicas es la seguridad, y el equilibrio de Capriles es la mejor manera de romper con el miedo de la sociedad".
"No es desbordante en ira, miedo o incluso en alegría", añade el psiquiatra Roberto de Vries. El perfil del personaje muestra que no estamos ni frente a un revolucionario ni a un conservador; está en la mitad de esos extremos, por lo que lo define como alguien renovador. Tal vez por eso, Capriles dijo esta semana a los periodistas del Gobierno que le preguntaron por el "Imperio", que a Estados Unidos mandará el mismo petróleo que vende Chávez y a los cubanos que quieran quedarse les abrirá las puertas.
El país no se va a acabar en octubre. Aquí no va a haber caos, violencia o revanchismos, ni siquiera desaparecerán las Misiones del Gobierno. Sobre esas premisas, el candidato ha proyectado el camino del que tanto habla.
La única vez que Capriles se cayó a golpes fue en una riña de estudiantes de sexto grado de la que ni siquiera salió bien parado. Sus peleas desde entonces no son con puños. Eso dijo en agosto de 2006, cuando el alcalde metropolitano convirtió una reunión de trabajo en trifulca.
El telón del Teatro Teresa Carreño se cerró y un Juan Barreto fuera de sí cruzó el escenario, se lanzó contra los mandatarios de Baruta y Chacao y les pegó un puño, que aunque Capriles esquivó, terminó conectando con la cara de Leopoldo López. "¡Tu te volviste loco!", respondió Capriles al alcalde metropolitano.
Barreto y otros funcionarios del Gobierno saben, de cualquier forma, que el candidato que hoy evita la confrontación no siempre fue así. En el Congreso denunció a algunos colegas por corrupción; desde la Alcaldía de Baruta fue uno de los más frontales contra las autoridades que le sabotearon planes como el Pico y Placa, y como nunca pudo convencerlos de las ventajas de ordenar su urbanización, con los vecinos de Chuao se cazó una pelea por un cambio de zonificación.
El cambio de Capriles es lógico. El publicista Boby Coimbra advierte que "una campaña electoral es un producto de consumo masivo", y quienes compitieron en las Primarias tenían que saber que la gente no quiere conflictos. En el Comando Tricolor recuerdan, no obstante, que el gobernador ha evolucionado como el país.
Y lo dicen hasta sus campañas publicitarias. Cuando se lanzó por primera vez a alcalde prometió "Cero tolerancia al delito". Tras caer preso, se le escuchó destacando que "Este es un país con más futuro que pasado"; en 2008 llegó a la Gobernación de Miranda diciéndole a la gente "La fuerza del cambio eres tu". Más tarde ofreció un gobierno "Para todos por igual" y ahora dice que "Hay un camino".
Por Joseph Poliszuk
eluniversal.com
El 6 de septiembre de 2004, antes de salir libre, Henrique Capriles Radonski fue a la celda de al lado. Tocó la puerta, se despidió del mismo juez que semanas antes había negado su libertad condicional, y hasta le deseó suerte: "Las vueltas que da la vida, señor juez, usted entrando y yo saliendo".
Ni el entonces alcalde de Baruta ni su juez, Juan Ramón León -acusado de extorsión en esos días- siguen presos. Hace rato que dejaron los calabozos del Helicoide, pero la anécdota muestra un ejercicio de la misma conciliación que los analistas y expertos en opinión pública empiezan a marcar como una de las claves, que le funcionaron a Capriles para coronarse como el nuevo abanderado de las filas de la oposición.
El domingo pasado la gente demostró que quiere soluciones, y en esa onda, Luis Vicente León cree que Capriles supo mostrar la gestión que tiene en la Gobernación de Miranda como garantía de progreso, frente a otros discursos con ideas más abstractas sobre democracia.
"El autobús del progreso" caló más que los llamados a una Asamblea Nacional Constituyente o a derrotar al presidente Hugo Chávez en el terreno de la confrontación. Por primera vez en mucho tiempo la agenda la marcan fuera de Miraflores y mientras el águila digiere las 3.079.284 moscas, Capriles ha reiterado que no caerá en el terreno de la confrontación.
"Si me invitan al ring me montó, pero para darle un nocaut a la corrupción, falta de empleo, hospitales que no funcionan y a la infraestructura escolar", dijo el lunes en la primera rueda de prensa que lo presentó como candidato.
Por allí van los tiros. Ya el año pasado, en medio de las primarias, había dejado el mensaje en claro. "No es tarea de un presidente juzgar a nadie", advirtió a uno de los periodistas extranjeros que el 4 de diciembre le preguntó -en el debate de Venevisión- si llevaría a Chávez a la Corte Penal Internacional de La Haya.
El cambio de viraje
En 1998 Venezuela votó por un cambio. Aunque nunca quedó claro si el teniente coronel Hugo Chávez realmente habló de "freír las cabezas de los adecos en aceite", buena parte de su base entonó los cantos de venganza que venía anunciando desde 1992. La semana pasada, más de 3 millones de venezolanos también pidieron un cambio, pero en paz.
"Estamos empezando a ver otro tipo de líder con una alta capacidad para generar confianza". Eso cree el psiquiatra José Luis Uzcátegui. Asegura que en este caso no hay una relación vertical en la que el caudillo marca la pauta desde la tarima. El de Capriles no es un liderazgo religioso y él mismo lo dijo esta semana: "No soy un mesías ni pretendo serlo".
Antes que un líder de masas que busca empatías afectivas, el psiquiatra Roberto de Vries encuentra en Capriles la imagen de un negociador con una gestión exitosa a cuestas. A diferencia del liderazgo que ha ejercido el presidente Hugo Chávez, y que de alguna forma también mostraron Carlos Andrés Pérez o Rómulo Betancourt en otros tiempos, el nuevo candidato de la oposición combina la imagen de un gerente con experiencia y un discurso que llama a la paz.
De Vries cree que Capriles podría formar parte de un club de políticos exitosos con discursos cohesivos, que comenzaron a destacar en todo el mundo desde que Bill Clinton llegó a la Casa Blanca. Pero lejos de las otras experiencias y los estereotipos de la política, en el comando de campaña del nuevo candidato destacan, por encima de todo, la imagen de alguien sencillo.
"Es un hombre cercano, esa es la característica que realmente lo define", dicen. "Un muchacho de jeans, con la franela por fuera", agregó Roberto Giusti en uno de los primeros perfiles que lo retrataron tras ganar las Primarias. No en vano otros periodistas lo describen como alguien que siempre busca aproximarse.
No es que sea el único que llame a cada quien por su nombre, pero frente a un Chávez inaccesible -cada vez más metido dentro de la televisión- el gobernador de Miranda se vislumbra como un líder alternativo, enfocado en la agenda de a pie y lo que él se ha empeñado en llamar como "una nueva forma de hacer política".
Emoción versus razón
Capriles aun así necesita alpargatas. El zurdo ya dijo que apenas está calentando el brazo y este "Caracas-Magallanes" parece más un laboratorio en el que se enfrentan emoción versus razón. El pitcher es un hombre del pueblo, salió de Barinas con un estilo agresivo y una "rabo de cochino" que no se sabe por dónde viene. Al bate, el novato está bien entrenado, tiene buen averaje y confía en el resto del equipo.
Son dos formas totalmente distintas de hacer política. El psiquiatra José Luis Uzcátegui, autor del libro La Miedocracia, advierte que si bien el discurso de Chávez apela a la pasión, no quiere decir que Capriles no transmita sentimientos: "Una de las emociones más básicas es la seguridad, y el equilibrio de Capriles es la mejor manera de romper con el miedo de la sociedad".
"No es desbordante en ira, miedo o incluso en alegría", añade el psiquiatra Roberto de Vries. El perfil del personaje muestra que no estamos ni frente a un revolucionario ni a un conservador; está en la mitad de esos extremos, por lo que lo define como alguien renovador. Tal vez por eso, Capriles dijo esta semana a los periodistas del Gobierno que le preguntaron por el "Imperio", que a Estados Unidos mandará el mismo petróleo que vende Chávez y a los cubanos que quieran quedarse les abrirá las puertas.
El país no se va a acabar en octubre. Aquí no va a haber caos, violencia o revanchismos, ni siquiera desaparecerán las Misiones del Gobierno. Sobre esas premisas, el candidato ha proyectado el camino del que tanto habla.
La única vez que Capriles se cayó a golpes fue en una riña de estudiantes de sexto grado de la que ni siquiera salió bien parado. Sus peleas desde entonces no son con puños. Eso dijo en agosto de 2006, cuando el alcalde metropolitano convirtió una reunión de trabajo en trifulca.
El telón del Teatro Teresa Carreño se cerró y un Juan Barreto fuera de sí cruzó el escenario, se lanzó contra los mandatarios de Baruta y Chacao y les pegó un puño, que aunque Capriles esquivó, terminó conectando con la cara de Leopoldo López. "¡Tu te volviste loco!", respondió Capriles al alcalde metropolitano.
Barreto y otros funcionarios del Gobierno saben, de cualquier forma, que el candidato que hoy evita la confrontación no siempre fue así. En el Congreso denunció a algunos colegas por corrupción; desde la Alcaldía de Baruta fue uno de los más frontales contra las autoridades que le sabotearon planes como el Pico y Placa, y como nunca pudo convencerlos de las ventajas de ordenar su urbanización, con los vecinos de Chuao se cazó una pelea por un cambio de zonificación.
El cambio de Capriles es lógico. El publicista Boby Coimbra advierte que "una campaña electoral es un producto de consumo masivo", y quienes compitieron en las Primarias tenían que saber que la gente no quiere conflictos. En el Comando Tricolor recuerdan, no obstante, que el gobernador ha evolucionado como el país.
Y lo dicen hasta sus campañas publicitarias. Cuando se lanzó por primera vez a alcalde prometió "Cero tolerancia al delito". Tras caer preso, se le escuchó destacando que "Este es un país con más futuro que pasado"; en 2008 llegó a la Gobernación de Miranda diciéndole a la gente "La fuerza del cambio eres tu". Más tarde ofreció un gobierno "Para todos por igual" y ahora dice que "Hay un camino".
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