FERNANDO OCHOA ANTICH
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Un importante sector de venezolanos tiene, con toda razón, poca confianza en los procesos electorales que se realizan en nuestro país. Digo, con toda razón, porque es imposible no tener dudas sobre la legitimidad y legalidad de un resultado electoral, cuando unas elecciones presentan, y han presentado siempre, las inmensas irregularidades que caracterizan los procesos electorales en Venezuela. Voy a analizar este tema, lo más ampliamente posible, para darle respuesta de esta manera a la trascendente carta pública que me hizo llegar uno de mis lectores, el ingeniero Fernando J. Lugo B., criticando algunos aspectos de mi anterior artículo, "Las mentiras de Hugo Chávez", y reclamándome mi optimismo en la victoria del candidato de la oposición democrática y la segura derrota de Hugo Chávez en las elecciones del 7 de octubre de 2012.
El ingeniero Lugo plantea con gran perspicacia su certeza de que Venezuela no tiene destino "si las elecciones se realizan bajo el actual esquema", pasando de inmediato a enumerar sus profundas dudas en la imparcialidad del Consejo Nacional Electoral, un organismo controlado totalmente por el oficialismo al estar constituido por cuatro rectores militantes del chavismo y solo haber un representante de la oposición. De inmediato cuestiona la forma irregular como se ha estructurado, sin ninguna posibilidad de control de la oposición, la base de datos que se utilizará en las elecciones de 7 de octubre. Termina preguntándose si "existirá el consenso suficiente para defender la voluntad expresada por el pueblo en las urnas" ante la decepción en el liderazgo que surgirá como consecuencia de no haber denunciado estas irregularidades.
Los planteamientos del ingeniero Lugo son muy pertinentes y merecen todo mi respeto, pero soy de los que creo que el problema de la ilegitimidad del régimen chavista no surge realmente de las irregularidades que pueden existir el día de las elecciones sino del irrespeto a la Constitución Nacional y al permanente abuso de poder que, de manera constante, realiza el régimen y, en particular, Hugo Chávez. Si usted analiza objetivamente el problema se dará cuenta de que el fraude electoral no ocurre en el conteo de los votos ni mucho menos. Hable usted con los testigos de la oposición y verá que siempre ratifican que no existe diferencia entre los votos que están en la urna y el acta que emite la máquina. Allí no está el problema. La debilidad de la oposición surge de su incapacidad de movilización y su falta de acceso a los sectores populares.
Analicemos estos once años de historia para determinar la forma en que el chavismo se ha fortalecido. En los primeros años de gobierno, principalmente en el año 2002, el chavismo y la propia figura de Hugo Chávez se fue debilitando por su incapacidad para enfrentar los grandes problemas nacionales. Esta realidad, más los abusos de poder del chavismo, nos condujo al 11 de abril. El radicalismo y la falta de sentido político de los militares permitieron el regreso de Hugo Chávez al poder. Esa derrota facilitó una primera purga en la Fuerza Armada. La oposición, ante los permanentes abusos del régimen, tomó la decisión de organizar una huelga general, con el apoyo de amplios sectores de Pdvsa. Había grandes posibilidades de éxito, pero el radicalismo impuso la tesis de la huelga indefinida que condujo a la derrota y a la purga de Pdvsa.
Después de estos fracasos, la oposición tomó el camino del referendo revocatorio. Lamentablemente, la dirigencia de ese momento no logró obligar al CNE a realizar el referendo revocatorio en la fecha que correspondía. Ese tiempo, más el mejoramiento de la situación económica y las misiones le permitieron al chavismo triunfar electoralmente. El resultado mostró un cambio muy importante en la opinión pública: el no, 59,54%; el sí, 40,74%. En lugar de analizar con sentido crítico el resultado, se denunció fraude, preparando el ambiente para la posición abstencionista que nos condujo al gravísimo error de no ir a las elecciones parlamentarias. Le entregamos en bandeja de plata todo el poder a Hugo Chávez. De todas maneras, los sectores democráticos rectificaron al regresar, en las elecciones de 2006, al camino electoral.
Ese camino nos ha dado dos victorias fundamentales: el rechazo a la reforma constitucional del año 2007 y el triunfo en las elecciones parlamentarias de 2010. Ahora nos toca enfrentar las elecciones presidenciales. No va a ser fácil, ante los constantes abusos del chavismo, pero si los sectores democráticos, como ya es realidad, van unidos existen posibilidades ciertas de triunfar. Habrá, sin lugar a duda, algunas tentativas de fraude, pero hay que saber que el problema no es el resultado que dé el CNE. Si los venezolanos mayoritariamente tienen la convicción de la derrota de Hugo Chávez, cualquier intento de fraude abriría una crisis política de consecuencias impredecibles. En ese momento, aunque algunos generales hablen tonterías, la Fuerza Armada tendría la última palabra. Su obligación es cumplir y hacer cumplir la Constitución Nacional.
fochoaantich@gmail.com
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