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Christian Burgazzi
En Twitter: @cburgazzi
lapatilla.com
Hay paradojas en la vida que parecen más bien “parajodas”, y en Venezuela son frecuentes. La más reciente es la campaña electoral relámpago que se ha convertido en una competencia por la abstención, más que una carrera para ganar votos.
En efecto, el 14 de Abril ganará quien menos se abstenga y quien logre que el otro bando se abstenga más. Esto no facilita los pronósticos acerca del resultado, todo lo contrario, agrega otros factores de incertidumbre a los ya demasiados imponderables, que hacen muy difícil predecir el desenlace final.
¿Qué impacto tendrá la ausencia física del líder máximo y su presencia como mito?
¿Se concretará en las urnas la “herencia” que el líder ausente le dejó al candidato ungido?
¿Se abstendrán muchos votantes rojos, como lo hacían cuando no participaba el líder?
¿Cuánta mella harán en las filas rojas sus contradicciones y enfrentamientos internos?
¿Qué harán los votantes rojos que se sientan engañados por las mentiras del “heredero” y su combo cubiche, en relación a la salud del difunto líder?
¿Cuánto funcionarán el chantaje y las presiones, sin la presencia del ausente?
¿Cómo afectarán la inflación, la escasez, la inseguridad, el sub-empleo?
Y del lado de la propuesta alternativa:
¿Mantendrá Capriles la votación alcanzada el 7 de octubre pasado?
¿Se abstendrán votantes opositores?
¿Lograrán las fuerzas democráticas voltear votos rojos, en tan corto tiempo?
La campaña de Capriles
Capriles terminó su exitosa campaña del 7-O con una tendencia de crecimiento acelerado y esta nueva campaña se constituye casi en una continuación de la anterior, con un nuevo tono adecuado a la nueva realidad política (como fue adecuado, a mi juicio, el tono de la campaña pasada, dadas aquellas circunstancias).
Sin embargo, debido a que la abstención del 7-O estuvo en niveles históricos mínimos (aprox. 20%, lo cual probablemente está cerca del nivel mínimo natural, propio de cada registro y proceso electoral) y dado que el registro electoral es el mismo, es difícil prever un crecimiento sustancial de la votación opositora, a no ser que provenga de las filas menos radicales del régimen, lo cual no es imposible.
En definitiva, la campaña de la alianza democrática está orientada a mantener la votación pasada (es poco probable que sus votantes cambien su voto), y a lograr que se voltee o se abstenga un porcentaje importante de votantes rojos. De allí la consigna #NicolasNoEsChávez y los ataques frontales y hasta epítetos para descalificarlo; jamás hubiera funcionado llamar al líder ausente #ToriPollo (cuerpo de Toro y mente de Pollo).
La campaña de Maduro
Por su parte, el candidato ungido (jamás elegido), difícilmente podrá superar e incluso mantener la votación del 7-O del líder ausente, aunque el mito tenga mucho peso emocional, de manera que su campaña está dirigida a declararse “heredero” del líder, para no perder demasiados votos rojos y a desmotivar el voto opositor, para lograr una elevada abstención entre sus filas.
Para mantener la votación roja de su lado y reducir su propia abstención, cuenta con la maquinaria roja, es decir su partido más el abuso descarado de las “instituciones” del régimen y de los recursos del estado. Aún así, con todo y el ventajismo, en ausencia del líder máximo el control sobre sus electores no es total, y es predecible una merma en su votación, por lo que los esfuerzos finales de la campaña roja, estarán enfocados en promover la abstención entre los votantes de Capriles.
Sin embargo, se han encontrado con la fenomenal recuperación del ánimo opositor, liderada por el discurso de Capriles, dispuesto a darlo todo por mantener la democracia en Venezuela. Los votantes por la alternativa democrática han respondido y están en pie de lucha. Por ello el régimen ha recurrido y recurrirá a jugadas sucias, como “ganarse” el apoyo de algunos personajes de la farándula y de unos diputados suplentes de poca monta, para sembrar desánimo entre los opositores.
También han utilizado y seguirán utilizando todos los mecanismos a su alcance para generar dudas acerca de la posibilidad de ganarles esta o cualquier contienda electoral a punta de votos (¿y cómo se ganó Miranda?) Muchos personeros “institucionales” bajo el control rojo, actúan en este sentido. Los cubanos son maestros en desinformación y utilizan todos los medios para divulgar mensajes que generen abstención opositora y miedo de que su voto no será secreto, en los votantes rojos con ganas de voltear su voto.
Hemos vistos recientemente artículos en los medios, mensajes y videos en las redes sociales, que hacen esta tarea; algunos de supuestos “opositores” que mal servicio le hacen a la causa democrática. Incluso hay quienes (como en la fábula del zorro y las uvas) plantean la peregrina idea de que, dada la crisis que generaron, es mejor que gane Maduro, que se la cale y que se pudra (y con él, el país).
Bien sabe el régimen rojo-castrista aprovechar estos “cachicamos trabajando pa’ lapa”.
¿Empate técnico?
Si bien, como se dijo, los imponderables hacen muy difícil un pronóstico, comienzan a aparecer algunos indicios claros, debido al hecho que la contienda gira en torno a la abstención, y a mantener los votos, más que a ganar nuevos votantes, y por lo que ha mostrado la campaña que se ha venido desarrollando, aunque apenas hoy comienza oficialmente.
Estos indicios lucen favorables a Capriles, ya que por un lado, sin duda viene desarrollando una campaña mucho mejor que la de su contendor, quien no posee el arrastre del líder ausente, lo cual resalta aún más en su mediocre campaña.
Y por otra parte, el riesgo de la abstención es mucho mayor para el candidato del régimen, a quien le costará mantener la votación de su antecesor, mientras que Capriles, quien ha energizado sus filas, puede reducir la abstención de su lado, con la fuerza de la alianza democrática, expresada también en miles de pequeños comandos electorales locales, creados por sus votantes, que saben que cada voto cuenta.
Lo anterior, a mi juicio, señala que el resultado final podría ser muy, pero muy apretado. Es decir, con una diferencia menor al 5%, incluso a niveles de empate técnico (2%); lo cual plantea un escenario complejo y de mucha tensión, si quienes pierden se niegan a aceptar su derrota por un pequeño margen.
Todos debemos estar preparados ante este eventual escenario, para evitar males mayores y preservar la democracia.
El país no se acaba el 14-A.
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