Al miedo hay que verle la cara para derrotarlo, reírse de los que nos amenazan. Esta vez hay que ganar sí o sí, aunque se compita en condiciones desiguales, las que paradójicamente se convierten en una ventaja para la oposición, aumentan su unidad y su determinación. Chávez repite que no aceptará su derrota electoral, como si el Ejército fuera su guardia personal. Se equivoca, y mucho. El país está en la calle, con los ojos abiertos.
Fausto Masó
En Twitter: @faustomaso
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Cuando Miraflores nos pide reconocer el resultado electoral del 7 de octubre, oculta su intención de violarlos, a pesar de que ahora Chávez no podrá contrarrestar las consecuencias de su derrota, como ocurrió con las elecciones regionales y con el referéndum constitucional. Sin duda, pretende aprovechar para cualquier maniobra los meses antes de la toma de posesión, lapso que intencionalmente se estableció inusitadamente largo en previsión de que perdieran las elecciones. El chavismo es un edificio construido sobre terreno movedizo, como muchas de las viviendas que se levantan apresuradamente, sin tomar en cuenta ni el urbanismo ni las necesidades de la población.
Por eso llegó la hora de las universidades, profesores y estudiantes, sindicalistas, intelectuales, amas de casa: el programa del chavismo les promete que dejarán de ser venezolanos, se juegan también la dignidad el 7 de octubre. Todos participaron individualmente en la gran marcha de la inscripción de la candidatura, pero les toca movilizarse como sectores, en defensa de sus instituciones, de su condición de profesores o sindicalistas, porque el destino de las universidades autónomas, de los sindicatos, la libertad intelectual, la educación libre, está en juego.
Esta batalla no pertenece sólo a los partidos y a los dirigentes políticos, Chávez está poniendo en peligro la independencia y la soberanía de Venezuela: el crecimiento económico basado en los elevados precios del petróleo, las tesis de Giordani, nos llevan aceleradamente a la ruina; al aumentar el número de empresas estatizadas crece la ineficiencia y la inversión deja de producir frutos, el gasto público sólo alimenta la corrupción, como ocurrió al final con el estalinismo.
Un triunfo electoral del PSUV acabaría con las universidades autónomas, los sindicatos, el derecho a la educación. Antes del 7 de octubre Chávez debe reconocer que no somos búlgaros, o extraterrestres, jurar por el Cristo de La Grita que no repetirá la maniobra que sufrió Antonio Ledezma cuando ganó las elecciones.
No, el tema principal hoy no son los resultados electorales del 7 de octubre, sino que Chávez se comporte decentemente después de su derrota electoral. Todo esto reviste de un carácter histórico las próximas elecciones del 7 de octubre, quizá las últimas que pensaba celebrar el chavismo, a juzgar por las leyes que han sido aprobadas por la Habilitante. El Consejo de Estado reemplazará a la propia Asamblea y las famosas comunas elegirán en un futuro al presidente, porque a Chávez le gustaban las elecciones cuando las ganaba. Aunque éstas, celebradas en las peores condiciones de ventajismo, sean espurias, las ganará Capriles porque el venezolano no apoya nunca al abusador ni al político guapetón. El oficialismo se quedó sin discurso, cuenta con sus recursos económicos y un CNE que le permitirá cualquier abuso. Pero el país tiene ojos y ve, recordemos las elecciones en que fue derrotado Pérez Jiménez.
¡A la batalla, pues!
Fausto.maso@gmail.com
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