Alfredo Sánchez
En Twitter: @NecoSadel
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La oposición y su candidato tienen varios retos por delante: el primero, mantener la unidad. El segundo, ganar las elecciones frente al ventajismo abusivo del Estado. El tercero, hacerlo por un margen tal que no deje lugar a dudas. Y el último, habiendo logrado todo esto, el de obligar al régimen a entregar el poder respetando la Constitución y la voluntad de la mayoría. Algo que, como se sabe, no será nada fácil, pero que afortunadamente tiene antecedentes en otras partes del mundo (estando la oposición y la unidad en esos países en circunstancias parecidas a las nuestras), y aquí también, donde ya fue posible que un Chávez en mejores condiciones reconociera su derrota.
De modo que, aunque Henrique Capriles no lograse "cumplir los objetivos que él y sus compañeros se han trazado a nivel nacional", siempre quedará un "por ahora" con el cual alentar a la población en el caso de que el gobierno se atreviera a darle un palo a la lámpara.
Porque ya la esperanza de un gobierno distinto, marcado por el signo de la paz, la convivencia, la educación, la seguridad y la ética administrativa, no tiene cabida dentro de las filas de la revolución. En cambio, es lo que distingue a las regiones y entidades que en la actualidad administra la alianza democrática, especialmente las que capitanean los partidarios del candidato de la unidad en las zonas populares, amén del mismo estado que gobierna el líder de la oposición.
Esta verdad, que es como un templo, terminará por imponerse, quiéralo o no la revolución, pues la decadencia de Hugo Chávez es irreversiblemente orgánica, sistémica, y es cuestión de tiempo que su figura termine de eclipsar, así como lo hizo en sus narices el bipartidismo surgido del Pacto de Punto Fijo en la metáfora viviente en que se convirtió el cuerpo cansado de Rafael Caldera frente al brioso caballo desbocado que, trágicamente devino ahora en búfalo mascando agua. Esta revolución ha demostrado con creces que, tras finalizar estos 14 años, fue como todas las demás: mucho ruido y pocas nueces. En cambio, la evolución que propone Capriles Radonski está todavía por alcanzarse... Y ése es su "por ahora".
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