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Y llegó el momento: Vuelvo a los oficios de la escritura en este portal después de un silencio prolongado por razones personales. A pocos días para que vuelva a calentarse el ambiente político-electoral, es propicia la ocasión para relanzar esta columna que ahora tendrá un nuevo nombre: VENEBAROMETRO.
¿Por qué el cambio? Porque este nombre representará el inicio del lanzamiento de un proyecto que pretende contribuir con el análisis y la discusión pública sobre los principales sucesos que ocurren en Venezuela, sin dejar por fuera por supuesto, los vaivenes y tendencias de la Opinión Pública. Esta iniciativa verá luz –espero– en el mediano plazo y por lo pronto, tendrá acá una pequeña ventana.
Aunque estaba persuadido a iniciar este análisis por el candente tópico de los sondeos de opinión (en próximas columnas haré un balance pormenorizado), preferí comenzar en cambio por los efectos que éstos han “producido” en el ambiente muy recientemente. Así que de entrada, un comentario muy breve.
¿A qué efectos me estoy refiriendo? Pues a que veo –no sin cierta preocupación– cómo algunos analistas parecieran caer en una suerte de desesperación. En algunos círculos, la consigna pareciera ser “todo está perdido”, “no hay emoción”, “la candidatura no levanta” y consecuentemente lanzan las siguientes afirmaciones: “Es necesario dar un golpe de timón”, “la estrategia está equivocada y hay que cambiarla inmediatamente”. Un ejemplo clarísimo de lo que digo puede leerse en lo que ha comentado por el editor del diario El Nuevo País Rafael Poleo. Pero Poleo no es la única voz de este coro. Son muchos quienes han apelado a esta lógica.
Quienes aseguran esto, en mi criterio, no están viendo esta crucial elección como lo que es: una carrera larga de resistencia, una carrera que a lo largo de su trayecto ha estado, está y estará plagada de minas y trampas.
Algunos olvidan que esta elección no se celebra en un contexto normal. No me cansaré de repetirlo. El acceso a recursos económicos, medios o decisiones institucionales apegadas a la justicia no es ni remotamente cercano a lo que debería ser. Eso sin mencionar el ambiente de intimidación y de chantaje que sufren los electores. Por lo tanto, creer que esta elección se va a ganar apelando a los mismos métodos que se acostumbran, es un gran error.
Probablemente, el hilo conductor que une todos estos “análisis” es que “a la campaña le falta fuerza”, que hay que “abandonar el tono de amor y paz comeflor”. Curiosamente, son las mismas personas que en las primarias afirmaban que “había que asumir un tono duro y radical” puesto que quienes iban a concurrir a las urnas el 12 de febrero, eran los electores más recalcitrantes de oposición. Los hechos se encargaron de comprobar cuán equivocados estaban. La oposición es mucho más que eso, así como lo es el país. A veces estos analistas pretenden que se hagan campañas diseñadas para ellos, cuando de lo que se trata es de hacer una campaña que le llegue a la mayoría de los votantes.
Las campañas electorales se desarrollan por fases. Responden a una estrategia y a unos tiempos. Requieren organización, muchísima organización y si se trata de una elección presidencial, lo anterior significa aglutinar a cientos de miles de personas para que trabajen coordinada y ordenadamente hacia un mismo fin: un objetivo que debe materializarse en apenas unas horas que constituyen el día de la elección. Paralelamente, las campañas van ejecutando sus comunicaciones de acuerdo a un plan, un plan en el que los mensajes se ordenan en el tiempo. En las primeras instancias se suele “presentar” al candidato, luego se desarrolla la oferta, posteriormente se entabla el debate con otras opciones (si es que conviene) y hacia el final, vienen los estadios de movilización y clímax (o como se conoce en el argot electoral, el “Moméntum”).
Mientras algunos aseguran que “está floja”, yo sugiero ver detenidamente el esfuerzo que se ha desarrollado en lo que a Despliegue Territorial se refiere. La campaña ha venido ganando espacios en muchos lugares en los que antes, la oposición simplemente no llegaba. Sin prisa, pero sin pausa, el Comando Venezuela se ha organizado y eso tiene dos grandes ventajas: 1) la capacidad real de defender los votos en los centros electorales y 2) la capacidad de desarrollar activismo puerta a puerta para que el mensaje llegue. Incluso, el mismo hecho que la oposición llegue puerta a puerta, es ya un mensaje en sí mismo. El corolario de esta estrategia de despliegue la podemos apreciar con el casa por casa hecho por el propio candidato. Es un mensaje de contraste con lo que la otra campaña no puede hacer. Lo que muchas veces las campañas mediáticas no logran, las campañas de proximidad lo resuelven. Invito a los críticos a reflexionar sobre esto.
Precisamente, este despliegue territorial, será fundamental para compensar lo que ocurrirá en ese otro terreno: el mediático. La asimetría en el acceso a los medios –llevado a un nuevo y más alto nivel– será una marca distintiva de esta elección. La capacidad de hacer publicidad es y será muy limitada y no se puede competir en materia de recursos contra una campaña que está financiada –ilegalmente– con recursos públicos incuantificables. Y allí radica otro punto crucial: la administración de recursos escasos es clave cuando se trata de una carrera larga. Y ésta la es, no cabe duda.
Algunos piensan que debería inundarse de publicidad las calles y avenidas, radios y televisoras. Se preguntan: ¿por qué no se ha hecho? Pues es muy sencillo: hay que concentrar adecuadamente estos recursos, porque los mismos no abundan. Así que hay que dosificarlos inteligentemente.
Todo a su debido momento. Aún faltan casi cinco meses. A quienes se sientan preocupados por lo que ven o lo que no ven, les reitero lo dicho por mí desde hace muchos meses: esta será la campaña más difícil que enfrente la oposición desde 1998. Se está jugando nada más y nada menos, que la continuidad de un gobierno que ha hecho lo indecible para mantener el poder a toda costa. Esta no será la excepción. Por el contrario, irán más allá. Así que es oportuno decirle que no hay que preocuparse, hay que ocuparse. La campaña debe ir más allá de militantes y simpatizantes, pues todos podemos y debemos colaborar.
¿Sobre las encuestas?, pues ya he prometido un artículo completo sobre ellas que espero compartir pronto con ustedes en este mismo espacio. Lo único que me permito decir ahora es que la “guerra de encuestas” es muy clara y lo único que pretende es confundir. Aún falta mucha tela por cortar…
Me encantaría saber qué opina usted. Hágamelo saber a través de mi cuenta @gedgard en Twitter. Ahí estoy, como siempre, a sus órdenes para conversar
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