RUBENS YANES
En Twitter: @rubensyanes
ElUniversal
La semana pasada el CNE realizó las primeras pruebas técnicas ante los partidos políticos del sistema de votación que se utilizará este 7 de octubre, que incluye el uso de las máquinas captahuellas a nivel nacional. Las comunicaciones del CNE, incluyendo una cuña radial bastante capciosa, dejaba entrever que estos dispositivos serían el disparador de la máquina de votación y que la premisa de "una persona, un voto" estaba garantizada.
Sin embargo, la realidad hasta ahora planteada es bien distinta, lo que hace sospechar que todo el tema de las captahuellas no es sino una forma de amedrentamiento al votante.
En primer lugar, no es cierto que las captahuellas activen automáticamente las máquinas de votación, y mucho menos que sean la única forma de hacerlo. El presidente de la mesa sigue teniendo la potestad manual de encender el tarjetón, una vez que el elector esté frente al mismo. Además, si por cualquier razón, un votante no es reconocido por la máquina, pues sencillamente llena unas planillas y puede ejercer su derecho. Es más burocrático, mucho más lento, pero hasta ahí.
No es verdad entonces que las captahuellas hagan invulnerable el principio de "un votante, un voto".
En cambio, las citadas máquinas siempre han levantado fuertes sospechas sobre el secreto del voto y han alimentado el temor de los electores de que su elección personal quede registrada. Algo que tras la "lista Tascón" se sabe puede causar estragos en la vida de las personas.
Cabe la pregunta entonces, ¿qué busca realmente el CNE al incluir las captahuellas en la herradura? ¿Es un torpe garante del voto o un efectivo amedrentador?
@rubensyanes
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