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La mayoría de los venezolanos se muestran descontentos por problemas como la inseguridad, el desempleo, la escasez de algunos productos y el alto costo de la vida. Sin embargo, 2 de cada 3 venezolanos califican como “muy buena, buena y regular a buena” la gestión del presidente Chávez.
Por ello, con frecuencia se escuchan comentarios de ciudadanos opositores que no logran entender por qué tantos venezolanos creen y confían hoy en el Presidente a pesar del agravamiento de los problemas y la ineficiencia gubernamental para resolverlos.
Los seguidores del Presidente lo siguen y aman no sólo por su gestión como Presidente, sino por sus buenas intenciones y proyectos, porque es humanitario y quiere a los pobres. Las intenciones humanistas del Presidente equivalen a los deseos que tienen sus seguidores de cómo debería ser su país y la sociedad. Esta visión está fuertemente vinculada con un discurso moral y trascendente, con una narrativa emotiva y también con una visión que reivindica la condición popular, otorgándole reconocimiento y protagonismo.
El liderazgo religioso de Chávez es un mesianismo terrenal, pero no desde una perspectiva tradicional o convencional. Sus proposiciones se ubican en el plano terrenal y no en un orden trascendental.
El vínculo religioso y afectivo del Presidente con sus seguidores se establece a través del discurso, los símbolos y el culto centrado en la figura de Hugo Chávez. El liderazgo religioso vincula a los seguidores con la figura central, dotado de cualidades singulares.
La religiosidad se mantiene porque la palabra mesiánica del primer mandatario indica que todo va a mejorar en un futuro cercano. Él anuncia la materialización del sueño y el anhelo más codiciado por los ciudadanos: el país que todos queremos. Él no ha perdido su credibilidad porque sus promesas se sitúan en el porvenir, en un futuro que aún no ha llegado.
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