El Personalismo en el discurso político venezolano estéril para captar votos. Artículo de Marcos Hernández López
Marcos Hernández López
En Twitter: Hercon44
En el contexto de la realidad venezolana de la década de los 90 asistimos a un intenso proceso de cambios en lo político y social. Un marcado y complejo deterioro del sistema político iniciado en 1958 se profundizó con todo tipo de acontecimientos en la actitud y visión de los líderes de la Cuarta República hasta dos intentos de golpes de Estado en 1992. En este entorno, que presagiaba el final del bipartidismo de los últimos cuarenta años el discurso de las elecciones de 1998 acaparó la atención de los electores, y el mundo de los, politólogos, sociólogas e historiadores se percibió la necesidad de analizar y evaluar en forma crítica los mensajes provenientes de los líderes políticos.
El discurso político y poder son vinculantes, el primero es una formulación - a veces implícita - de ideales colectivos expresados como tales. A su vez, el poder podría ser brevemente definido como “la relación social entre grupos e instituciones, e incluye el control que ejerce un grupo o institución más poderoso (y el que ejercen sus miembros) sobre las acciones y pensamientos de un grupo (y de sus miembros) menos poderoso. Este poder reconocer un acceso privilegiado a los recursos socialmente valorados como la influencia social, la salud, los ingresos económicos, el conocimiento o el estatus” van Dijk, 1994.
El problema del personalismo en el discurso político es que encuentran su significación e interpretación en el desarrollo de los eventos y de una dinámica social y política particular. Por ejemplo en Latinoamericanas, y específicamente en Venezuela, el uso de un discurso extenso e intenso muchas veces cargados de falacias es utilizado por nuestros líderes políticos para tratar de convencer a los electores. Nuestros debates electorales están cargados de ataques a la persona y no gravitan al alrededor de la argumentación sobre las ideas y propuestas de gobierno. En nuestro caso particular, el oficialismo se ha atrevido a decir tal vez por la falta de consistencia en su discurso cuando se pretende endosar a ideologías y escuelas de pensamiento argumentaciones que no se corresponden con las fuentes originales. En la retórica política que asume el régimen se permite hasta el punto de asegurar que Jesucristo y Simón Bolívar eran socialistas.
Evidentemente, el discurso rudo del primer mandatario nacional, ha facilitado la consolidación de su liderazgo y esto pareciera ser la consecuencia lógica de su evolución personal y política en el liderazgo nacional y hasta latinoamericano. Indiscutiblemente el presidente Chávez como dirigente político, se ha beneficiado de su discurso y de las acciones violentas. El desafío y las amenazas han sido constantes en el ejercicio del gobierno del Presidente Chávez. Es famosa su frase: “Esta es una revolución pacífica pero armada”. Hay hechos concretos que nos llevan a inferir que la violencia es un instrumento del Estado para la perpetuación en el poder de un hombre.
Frente al verbo encendido del líder de la revolución Bolivariana emerge la propuesta de Henrique Capriles, un discurso discreto, apunta hacia la paz y reconciliación y de no confrontación entre los venezolano y hasta utiliza el humor que comenzó a cultivar un relativo éxito. Definitivamente amigo lector, debemos enterrar los vestigios de la Guerra Federal, idea potenciada por algunos líderes de la revolución, la lucha de pueblo contra pueblo. Obviamente dos discursos, dos estrategias, dos visiones, es decir dos caminos que deberán tomar los millones de venezolanos que irán a votar el próximo 7 – O, fecha histórica o como el momento crucial de determinar cuál es la propuesta discursiva que acepta el pueblo venezolano.
Marcos Hernández López
Director Hercon Consultores
Twitter/ Hercon44
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