martes, 19 de junio de 2012

Capriles emocional. Artículo de Dámaso Jiménez

DÁMASO JIMÉNEZ

En Twitter: @damasojimenez

eluniversal.com

Si algún punto débil se le ha endosado a la candidatura del joven pero experimentado candidato de la oposición, Henrique Capriles contra la del veterano pero convaleciente actual jefe del gobierno por 14 años, Hugo Chávez, es la poca capacidad para despertar emociones de arraigo y de identificación en el electorado.

Acaso estamos destinados a cometer el mismo error de creer siempre que el fin de una campaña electoral es esa especie de entretenimiento gratuito hacia los votantes, nuestro "pan y circo", como si estuviéramos en uno de esos reality shows de la televisión en el que gana el concursante más "volado", el que improvisa cuatro coplas después de tres gritos, el actor que hace uso del dramatismo más ramplón frente a una cámara para dar lástima, que muestra altos niveles de ansiedad, ataca con mayor ira a su contrincante -e incluso a la gente de su propio equipo-, relata para el final tres cuentos alegres de su ingenua infancia, para que cinco minutos después, delante de todo un país, cometa la impertinencia de revelar en vivo y en cadena de radio y televisión, su pasión por los fusiles y las granadas, mientras ignora cínicamente el número de secuestros y asesinatos que se cometen a diario como consecuencia de la inseguridad y el caos en el que estamos atrapados como víctimas a juro de tanta bipolaridad.

Es necesario preguntarnos entonces ¿qué lente mide al mismo tiempo la popularidad de un personaje jocoso y noticioso por momentos pero revanchista y peligroso cada nueva luna, con la capacidad de un gerente que le de vuelta a estos niveles alarmantes de ingobernabilidad en la que estamos atrapados?

Nadie niega que Chávez es el venezolano más popular y reconocido de este planeta por sus peripecias y estilo para gobernar, pero antes de proseguir con este show bastante caro, no deberíamos pensar antes en nuestras necesidades ciudadanas, como el imperioso requerimiento de restablecer un ambiente de justicia, paz y reconciliación nacional, buscar fuentes de inversión y desarrollo que permitan mayor seguridad y empleo y menos armas de guerra, con el propósito de que nos asomemos alguna vez al siglo 21.

Sin embargo nos hemos dado cuenta de otra cosa: esa racionalidad de un programa con propuestas bien pensadas, con cambios contundentes, con siembra de valores hacia el estudio y el trabajo comienza a tener numerosos adeptos en el país.

Poco a poco hemos visto como se suman voluntades para esa propuesta de progreso que marca la diferencia ante el guiño cómplice del vivismo criollo y la mentira, el silencio nefasto de la corrupción, la ayuda condicionada al pueblo que viste de rojo y la risa nerviosa y fácil del miedo.

Esa oferta política hizo caminar de todas partes del país a miles de seguidores que acompañaron a Capriles a inscribir su candidatura el pasado10 de junio, es la misma que se atreve a salir de sus casas para darle la cara a los aires de cambio en Monagas y los estados considerados chavistas, la que volteó la 72 en el Zulia, la de los trabajadores cansados del chantaje y hastiado de tanto odio.

Es la emocionalidad del pueblo que no obedece a fórmulas ni hace caso de sesudos análisis y que surge de forma sencilla desde la conciencia de la gente, tal cual ocurrió con el desconocido Chávez del 98.

Se ve, se siente.

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