José Vicente Carrasquero
LaPatilla.com
Los oficialistas fueron rápidos en diseñar una estrategia comunicacional que los ayudara a digerir la gigantesca participación de los opositores en las primarias que se realizaron el 12F y que concluyeron en la contundente victoria de Henrique Capriles Radonsky. Un evento que les infligía un duro golpe en momentos en que se dudaba que tuviesen ellos mismos candidato presidencial.
Esa misma noche del 12F asistimos a un ejemplo de compromiso unitario cuando todos los candidatos que participaron en la contienda electoral celebraron en una sola tarima el grandioso evento que venía a consolidar los esfuerzos unitarios que se venían trabajando desde hace unos años.
Al principio el oficialismo tomó la ruta de descalificar la participación en cuanto a calidad y cantidad. No les importó que en el proceso atentaran contra la credibilidad de un ente electoral creado a la medida de los deseos del liderazgo chavista. El debate por la calidad de la participación y magnitud del evento lo perdieron ampliamente en todos los escenarios, incluso los propios.
Ante la imposibilidad de modificar en el colectivo la asombrosa imagen que había dejado el 12F procedieron a un cambio en la estrategia comunicacional. Para ello comenzaron a introducir una serie de globos de ensayo con la finalidad de desmoralizar a la oposición. Por ejemplo, presentaron encuestas en las cuales el ausente presidente Chávez tenía hasta 33 puntos porcentuales de ventaja sobre el candidato opositor. Esto vino aderezado con declaraciones de algunos personeros, presumiblemente de Marte, según las cuales el candidato opositor no causaba emoción en las masas, que no levanta en las encuestas. Para servir de adorno al plato se inventaron reuniones en las cuales unos siniestros personajes de la oposición se disponían a desconocer la voluntad popular y proponer un nuevo candidato de reemplazo.
No hubo que esperar mucho por aquellos vectores que desde la oposición le hacen el juego al oficialismo. Saltaron de las tribunas quienes exigían que Capriles se montara en un rin con Chávez y se dieran unos guantazos. Quienes decían que el discurso de Capriles era blandengue, populista, lleno de promesas.
Penacho erguido, con la mirada distante y hablando en dirección contrario a donde ven, pontifican y dicen lo que está bien o mal de la campaña. Diagnostican la misma sin haber asistido a uno solo de los eventos realizados. Proponen cursos de acción como dueños de una verdad que no ha sido comparada con la realidad de la Venezuela que ahora vivimos. Algunos, al otro lado del Mar Caribe lanzan un discurso como que se les acaba de ocurrir. Sin caer en cuenta que están plagiando la especie que el gobierno ha puesto a correr para generar en la oposición un estado de confusión.
No en balde aplauden enardecidos desde la bancada oficialista el corto artículo. Ellos mismos lo fotocopian, lo presentan a través de todos los medios públicos corruptamente al servicio del partido de gobierno. Los hacen correr por las redes sociales. Otros de la misma especie despliegan el plumaje de su cabeza y le enrostran a la oposición las palabras plagiadas por el viejo editor.
Se ha aprovechado el oficialismo de la manía que tenemos los venezolanos de ver las encuestas como una suerte de gaceta hípica. Un instrumento que nos anticipa un favorito para una carrera. Y el bombardeo del gobierno con las encuestas es tal que la gente se olvida de revisar si los números que le están dando se corresponden con la realidad.
El favorito de esas encuestas no está en su mejor condición para la carrera. Tiene tiempo que no traquea, cuando sale a la pista luce cansado y fuera de forma. Lo peor, su gestión no puede ser calificada de otra forma que nefasta. La gente pareciera hacer caso omiso de todas las dificultades que atraviesa y prefiere darle validez a unos números que llegan al exabrupto de decir que la oposición sacaría menos votos que los que obtuvo el 12F.
Se desea crear una espiral del silencio. Se quiere reducir el debate electoral a unos números de dudosa procedencia. Para el gobierno no puede ser de otra forma. En la cadena del 22 de Mayo el presidente sugirió, por las medidas que tomó que hay un montón de materias que lleva a reparación. Dio dinero para vialidad, lanzó el enésimo plan de seguridad, volvió a decir que seríamos una potencia agrícola. El sistema eléctrico es un penoso desastre. Lo cierto es que al término de catorce años, el gobierno no tiene nada que mostrar que justifique el haber manejado más recursos que ninguna otra administración en la historia del país.
Se quiere crear la idea de una mayoría indiscutida que votaría por Chávez independientemente de la mediocridad de su gobierno. Y hacer así que la mayoría de los venezolanos se refucie en el silencio y resignación a este deplorable estado de cosas.
Las cacatúas mientras tanto ven en otra dirección. Prefieren atacar a su propio bando. Quizás porque se siente viudas de la historia. De un momento que ya no ve en ellos la posibilidad de redención. Y con el penacho erguido y mirada pontificia desgranan su llanto en contra de quien debieran estar impulsando.
El voto, al final, es sobre realidades. Hay una persona que recorre el país con tesón y entrega. Es recibido entusiastamente. Son cada vez más los venezolanos que ven en él la posibilidad de conquistar la paz que necesitamos para iniciar la ruta del progreso.
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