domingo, 29 de enero de 2012

Primarias, votos y encuestas. Artículo de Antonio Sánchez García

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Antonio Sánchez García
noticierodigital.com/



Por lo mismo aconsejo al ciudadano que ejerza su sagrado derecho a elegir el 12 F votando, masiva, entusiasta, multitudinariamente, por quien crea corresponde hacerlo de la manera más fiel y fidedigna según sus propias consideraciones. Si así hiciéramos, quien gane estará seguro de que lo hizo en buena lid. Y quienes pierdan, podrán sumarse sin rencores ni mezquindades a la cruzada del vencedor. De la generosidad y grandeza de unos y otros depende nuestro futuro. La victoria del 7 de octubre de 2012.

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Junto con experimentar el extraño giro de opinión de los dirigentes más destacados de nuestros más importantes partidos políticos, quienes asumieron sus decisiones según dictaban las encuestas y hoy, dado que les son adversas al escogido, les restan toda credibilidad, experimento la sorprendente constatación de que muchos electores no votarán en estas Primarias por quien consideran el o la mejor, sino por quien o quienes, según las encuestas, las encabezan. El desconcierto que dejan entrever me trae a la memoria el viejo refrán castellano: palos porque remas y palos porque no remas.

Que un partido haya decidido dejar la elección de su abanderado en manos de las encuestas, y pueda salir con las tablas en la cabeza según permiten colegir esas mismas encuestas, o quien quisiera votar por Diego Arria, por María Corina Machado o por Pablo Medina desista de hacerlo, aunque sus discursos les parezcan los más coherentes, sólidos y cónsonos con lo que demanda la circunstancia histórica que vivimos porque según las encuestas ganarán Henrique Capriles o Pablo Pérez, es, por decir lo menos, asunto muy lamentable.

El sentido de las Primarias radica precisamente en la sana y muy razonable voluntad de escapar al influjo extra político, mercantilista y manipulador de los mecanismos de marketing comercial. Y permitir que la voluntad del elector fluya y se exprese de la manera más diáfana posible, según permita su propia experiencia y reflexión. Sin secuestros mediatizadores. Fue por cierto la reflexión que condujo a desestimar el recurso de las encuestas y decidir por la realización de Primarias.

Me he negado a aceptar desde siempre la voluntad distorsionadora, manipuladora, interesada y mercantil de las encuestas porque se anteponen y tuercen la libre voluntad del elector.

A lo hora de decidir mi sagrado derecho a elegir, no les reconozco méritos, sean favorables o desfavorables a mis criterios electivos. Pues por lo menos en Venezuela, inducen los resultados tanto en el muestreo como en el análisis según los intereses de quien la encarga, diseña y financia. Dicho en criollo: le aseguran al cliente que pague y se dé el vuelto. Con la perversidad adicional de que algunos inescrupulosos – los conocemos por nombre y apellidos - trabajan tanto para la izquierda, como para la derecha, o siguiendo la consigna de El Camaleón: por una cantidad con el gobierno, y por otra cantidad y simultáneamente con la oposición.

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La irrupción del marketing político ha ido acompañado, para mayor desgracia, por el más nefasto de los fenómenos de la modernidad: la conversión de la política en espectáculo. Una realidad entrevista en los albores de los grandes fenómenos políticos propiamente masivos: el fascismo y el nazismo, asumida a plenitud por sus contrapartes, el estalinismo, el maoísmo, el castrismo.

Y hecho norma del debate en las sociedades capitalistas mediante la industria cultural, los medios masivos de comunicación y su pavoroso resultado: el estrangulamiento del metabolismo político y la entrega de las grandes decisiones de control político a la veleidad y capricho del inmediatismo. Una sola aparición pública de algunos segundos en la pequeña pantalla puede montar un mito o derrumbar una leyenda. Sin la televisión, ni Obama sería presidente de los Estados Unidos ni Chávez autócrata de Venezuela.

Para nuestro caso, el resultado de la farandulización del debate público ya nos ha costado la devastación económica, el descalabro político, casi doscientos mil muertos y la ruina y hundimiento de una democracia trabajosa, denodadamente construida. No ha sido ninguna casualidad que de entre los cuatro comandantes felones que traicionaron el juramento de lealtad a la Constitución y cubrieron de sangre la realidad política del país, se haya apoderado del Estado el más histriónico, el más desenfadado, el más circense, el más escandaloso y el más inescrupuloso de ellos.

Siguiendo un guión prefijado en su momento por Adolfo Hitler, el primer político en comprender la necesidad de doblegar la voluntad de las masas mediante el escándalo, las poses estudiadas, el irrespeto y la escenificación de grandes espectáculos de masas. Desde el lenguaje soez y estrepitoso, el recurso a los ídolos y símbolos del pasado y hasta el abuso del color rojo y la violencia callejera: todos los elementos del nazismo han sido calcados al detalle por el habilidoso entertainer que ha hecho de la política venezolana un remedo del circo romano. Hundiendo su hocico con la misma animal sagacidad en el cuerpo putrefacto de las élites.

El envenenamiento sistemático de la opinión pública, el desorden, el caos y la inseguridad, son todos elementos que han apuntado a pervertir en su esencia moral el comportamiento de las masas. Y hacerlas fácil presa del espectáculo permanente.

Del que ni siquiera se salva una dolencia de obligado íntimo recogimiento. Si en función de ese uso sistemático del escándalo como instrumento de dominación, hipnosis y sometimiento, Chávez tuviera que desnudarse y exhibir sus desnudeces, no dudaría en hacerlo. Es el clásico caudillo prostibulario al servicio de un proyecto totalitario.

¿Era imaginable, en ese contexto, que las encuestas pudieran servir de instrumento serio, sensible, científicamente comprobado para decidir la figura encargada de encabezar la necesaria cruzada moral y política que deberá ponerse en práctica para desplazar del poder a la camarilla gansteril que hoy lo usurpa?

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El mecanismo alterno, la realización de un proceso de Primarias, pareció por ello el mejor y más calificado expediente para resolver la difícil escogencia del personaje. Aunque experiencias históricas semejantes desechaban ambos mecanismos de selección, recomendando a cambio la discusión de los factores más decisorios de la sociedad hasta llegar por consenso al personaje que mejor cumpliera con las necesidades de la tarea.

Fue lo que hicieron los chilenos, que optaron con gran sabiduría por el nombre de Patricio Aylwin. Fue lo que hicieron los españoles, inclinándose por don Adolfo Suárez. Fue lo que nos recomendó Felipe González, cuando en una conversación privada señalara que “de un tirano no se sale por Primarias. Ni por encuestas. Se sale por el consenso de los mejores”.

En Venezuela optamos por Primarias, pero dejamos la malsana y pervertida actuación de encuestadores, asesores y manipuladores de opinión al libre albedrío de quienes tenían los medios y los respaldos para imponerlos.

Pienso por ello, en este sentido, que la oposición venezolana ha incurrido en un error de lesa política al permitir que el proceso de Primarias, que debió constituir un acto de alta pedagogía política y un adelanto en la práctica real de la sociedad del futuro a que aspiramos, se viera distorsionado por el influjo de las encuestas. Y creo, en consecuencia, que la sagrada libertad del acto comicial – una papeleta en una urna – no debiera verse empañada por ninguno de aquellos vicios del pasado, como “el voto castigo”, “la economía del voto” y otras taras de una democracia farandulizada que se extravió en el laberinto del canibalismo político antes de alcanzar su plena madurez.

Cuando escucho que mi interlocutor votaría por tal o cual candidato, por ser el mejor, pero que consciente del resultado que arrojan las encuestas y urgido por la “economía del voto” votará por el que goza aparentemente de las preferencias del marketing, no puedo menos que descorazonarme. ¿Voto castigo o economía del voto? ¿A quién se castigará en las Primarias? ¿Economía de qué voto y de acuerdo a qué criterios, si la verdadera justa recién comienza el 13 y el adversario, por ahora, se llama Hugo Chávez? Suficientemente reciclada a diario y de manera inclemente por comunicadores ignaros, inescrupulosos y estúpidos – también ellos favorecidos por el rating del espectáculo – una lamentable matriz de opinión llevó a que los más capacitados y experimentados políticos venezolanos se hayan visto en la obligación de dejarle la contienda a quienes se blindaron con bien pagados encuestadores. Con un resultado que podría ser fatal para el futuro de nuestra malherida democracia. Y de los mismo partidos que no resistieron el embate y la presión de la demoscopia.

Nunca es tarde para aprovechar cada circunstancia y hacer de ella lo mejor a nuestro alcance. Por lo mismo aconsejo al ciudadano que ejerza su sagrado derecho a elegir el 12 F votando, masiva, entusiasta, multitudinariamente por quien crea corresponde hacerlo de la manera más fiel y fidedigna de acuerdo a sus propios criterios. Votemos por quienes consideramos los mejores.

No los más graciosos o populares. Si así hiciéramos, quien gane estará seguro de que lo hizo en buena lid. Y quienes pierdan, podrán sumarse sin rencores ni mezquindades a la cruzada del vencedor. De la generosidad y grandeza de unos y otros depende nuestro futuro. La victoria del 7 de octubre de 2012.

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