SANTIAGO E. FONTIVEROS
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Del latín -deus ex machina- es una deidad salida de una máquina que revuelve un problema en apariencia sin solución.
Recientemente Ibsen Martínez llamó a la intervención de MCM en la Asamblea Nacional -un Cisne Negro-, un evento improbabilísimo de radicales consecuencias, y aunque estos cisnes negros objetivamente sólo pueden juzgarse con el paso del tiempo, una jugada inesperada pone en suspenso las primarias.
En estos largos trece años contendientes han retado al Mike Tyson de la política venezolana; el zurdo de Sabaneta, cuyas palabras son golpes mortales. Uno tras otro, ateridos, han caído desplomados: la dupleta Carmona-Ortega, los militares de Altamira, Juan Fernández, exchavistas y pare de contar. Cuando se trata del cuadrilátero electoral el jugador que le va a Chávez ha tenido un buen retorno en su inversión (hipotéticamente claro está). Ahora aparece MCM, o bueno reaparece; es ella igual que su otrora o, en cambio, hubo una metamorfosis, o mejor aún, estamos en presencia de una. Cuando se le mide con el Zurdo se ve inexperta políticamente pero hay algo "criptónico" en el contraste. Su naturalidad va cargada de veneno, su "ingenuidad" desnuda las larvas de este socialismo putrefacto. No hace muchos años la ingenuidad del entonces teniente-coronel y su famoso y fatídico "por ahora" desnudaban las pieles corruptas de los pasados regímenes. Ah, venezolanos todos, somos como aquellos dramaturgos griegos que ante lo "imposible" traemos de nuestra imaginación a esa deus ex machina que lo salva todo, que encapsula la solución donde antes yacía desespero y frustración.
¿Es MCM como aquellos otros contendientes?, inflada por el ego nacional a una altura que no puede poseer (que quizá ni lo desea), o es ella ese Cisne Negro, la deidad salida de la máquina, esa joya que tanto hemos buscado en trece años. Nadie lo sabe, ni siquiera ella; lo importante es que los venezolanos ayudemos a administrar esa candidatura con sapiencia. Sea o no ella la candidata, hay algo noblemente brutal en su franqueza que resquebraja la maquinaria comunicacional del Becerro de Oro. Su indignación va acompañada de acción, de hematomas por agresiones físicas, de sacrificios en los costos oportunidad de su vida -eso la hace distinto, le otorga poder sin ejercer fuerza, le otorga credibilidad. Aún MCM no tiene una ventaja competitiva sostenible y sustentable frente a Chávez (tampoco la tiene ningún otro), pero tampoco la tiene MCM frente a sus colegas opositores. Pero tiene la ventaja de ser mujer (curiosamente su arma más contundente y a la vez su gran debilidad), eso le permite indignársele en la cara al contumaz sin parecer desesperada, sin irradiar debilidad. La política, como carrera por el poder, es en última ratio un problema de comunicación
cómo convencer a la mayoría de los venezolanos que uno y no otro candidato, es el adecuado para liderar el país. Si MCM quiere ser ese candidato debe seguir esa metamorfosis, debe transformarse de una señora que muchas mujeres ven como su patrona a una figura más cercana, una figura que los hombres ven como una mujer valiente, pero que, aunque no lo digan vox populi, dudan de si será capaz de ser comandante en jefe de las fuerzas armadas. En esa metamorfosis es indefectible que no pierda la esencia del mensaje. Mimetizar el chavismo no nos salvará de éste, por el contrario, hay que romper la dicotomía de que todo gira sobre el chavismo. No es capitalismo popular, ni voluntad popular ni otro derivado lo que se necesita. Es la articulación de otro mensaje, es reinventar el poder de la libertad individual en el contexto nacional, exaltar y promulgar ese recurso abundante, renovable que es la inteligencia humana. El venezolano debe romper el yugo del capitalismo del Estado. Debe caminar el sendero del emprendimiento, en los negocios, en las artes, pero sobre todo, en la educación. Educación no sólo como un arma de la razón sino también de la mancillada emocionalidad de la nación. Ojalá MCM logré articular ese mensaje.
Fontiverossantiago@gmail.com
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