Minimiza el costo de su envejecimiento y deterioro utilizando un "extreme make over"
LUIS VICENTE LEÓN
En Twitter: @luisvicenteleon
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Venía en carretera pensando si pararle a los espectaculares paisajes tachirenses, que tantos recuerdos traen a mi mente o detallar la destrucción de la vialidad e infraestructura que tenía frente a mí. No hay ni un pedacito de carretera, cuneta, cortada de montaña o puente en buen estado como para recordar esa época cuando íbamos de San Cristóbal a Cúcuta en una hora.
Pero en el medio de ese debate mental, me topé con algo que sí era como regresar al pasado. Verlo me metió en la máquina del tiempo para llevarme unos 10 años atrás. Era un afiche de Chávez, como no lo veía desde hace 4 elecciones. Se ve joven, sano, con pelo negro azabache, sin patas de gallo y con retoques tan intensos como el lunar de Cindy Crawford. Al principio pensé que se trataba de un afiche antiguo, de esos que quedan siempre pegados por décadas en las bodeguitas del interior. Pero a medida que avanzaba en la carretera mi sorpresa era mayor. La hilera de afiches era atorrante y el estado de los mismos era impecable. Nada en Venezuela está impecable, como no sea un afiche político recién montado, de manera que era obvio que se trataba de una publicidad 2012. Pero si era reciente: ¿Por qué están poniendo una foto de un Chávez que ya no es?, ¿es un retoque de foto o Chávez tomó la ruta de Berlusconi, que dicho sea de paso tiene todo el derecho de hacerlo si se siente mejor o le funciona?, ¿presentar una iconografía de Chávez rejuvenecido podría funcionarle o es más bien contraproducente?
Dado que mi trabajo me obliga a responder rápido a muchas preguntas de alumnos, clientes y periodistas, decidí hacer un ejercicio de autoentrevista y esto fue lo que me respondí:
Es obvio que los candidatos maduros suelen rejuvenecer su iconografía para combatir el marchitamiento de su imagen. Como plantearon los germánicos, el éxito de un político se basa en su frescura y esta es una mezcla de juventud, capacidad de renovación y simpatía (que en el pueblo latino significa también humor). Para Chávez, la más difícil es la primera de esas condiciones, toda vez que el tiempo no perdona y la enfermedad agrava el problema. Si a esto añadimos que su adversario es exactamente lo que cualquier candidato quisiera ser en ese primer aspecto, el tema comparativo se le complica. Por eso no es de extrañar que la estrategia de Chávez se concentre en sorprender con su capacidad de rehacerse y trate de utilizar sus encantos y experiencia para hacer reír a una población que adora hacerlo hasta de sí misma, mientras en paralelo minimiza el costo de su envejecimiento y deterioro utilizando un "extreme make over".
Es irrelevante si los cambios existen físicamente o son sólo del afiche. Después de todo, es más fácil ver a Chávez de cerca en toda su iconografía que a cuerpo presente, ya que incluso en sus apariciones personales de campaña lo hace desde su nuevo Presi-móvil, demasiado alejado como para notar la diferencia.
Finalmente, a la última pregunta sobre un potencial impacto negativo de esta estrategia para Chávez por contradicción entre lo que la gente supone y lo que ve, la verdad es que no veo en eso ningún problema que pueda afectarlo. Sólo 16% de la población venezolana respondió en agosto que cree que Chávez está enfermo y no lo ve recuperándose en breve. El resto de la población tiene una visión positiva sobre la evolución de su salud, y para ellos, ese Chávez del afiche podría terminar siendo como para mí las montañas del Táchira. Un recuerdo agradable, pese a que todo lo que está a su alrededor, incluyendo ciudades, pueblos, puentes, carreteras y estaciones de servicio, esté en el piso y sin el esplendor de antes.
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