Carmen Beatriz Fernández
Elecciones.net
Partamos de un axioma: no son las encuestas quienes definen las elecciones. Las encuestas sirven para tomar decisiones relevantes y son el instrumento estratégico que, cual sofisticado GPS, indica los obstáculos en ese sendero que nos acerca a la meta. Con las encuestas un comando mide, aprende, verifica, vuelve a medir y corrige si hace falta. Pero la elección la define el elector, ese mismo al que los encuestadores preguntan y es aquí donde comienza el lío. La investigadora de opinión pública alemana Elizabeth Noelle Nauman identificó claramente en sus estudios un fenómeno denominado “efecto carro ganador” según el cual en las últimas fases de una campaña, algunos electores, comúnmente los menos informados, despolitizados, los que han seguido con menor interés la campaña, realizan algunos desplazamientos electorales en dirección del candidato que se perfila ganador. Estos tropismos, cuando se producen son leves, del orden del 3 o 4% del electorado.
Buscando estas migraciones de última hora es que en muchas campañas los comandos difunden las encuestas que les favorecen. El veterano encuestador mexicano Roy Campos define la Guerra de Encuestas como un período dentro de una campaña donde desde uno o varios comandos usan datos de empresas poco confiables para contrarrestar informaciones no favorables.
Ahora bien, si está comprobado que los efectos son mínimos y sólo se dan al final de una campaña ¿por qué entonces el comando chavista inicia una guerra de encuestas en una campaña que apenas se inicia? Esbozo tres hipótesis:
1. Subirle centímetros a la talanquera: hablar de una supuesta “brecha infranqueable” es ponerle dificultades psicológicas y aumentar la percepción de riesgo a quienes estudian el transfuguismo político como opción.
2. Elevarle la temperatura a la Unidad: la alianza de fuerzas políticas que integran la Unidad opositora es una delicada obra de orfebrería, un arreglo sensible en el que todos ganan, pero que individualmente algunos sienten ganaron menos que otros. Forjar una diferencia abismal en los números podría sembrar nuevas dudas y debilitar la alianza. Poleo y Francesqui son dos retratos ejemplares.
3. Crear una matriz post Chavez que justifique la derrota del candidato del chavismo en una eventual sustitución de Chávez por su enfermedad. “Sólo el cáncer pudo con él” sería una explicación válida para recrear el mito de Chavez tras su desaparición física y conseguir la versión tropical del peronismo, que permita la preservación de ese espacio político.
Alguna de estas hipótesis, o quizás una combinación de las tres, contesta la pregunta que titula este artículo y explica porque el chavismo quiere una guerra de encuestas. Más difícil es responder porque el comando opositor le sigue el juego. Ese deberá ser objeto de otro artículo…
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