viernes, 15 de junio de 2012

Chávez, después de Dios. Artículo de Ruben de Mayo

RUBÉN DE MAYO

eluniversal.com

Que el Comandante Presidente esté en constante campaña electoral, promocionando su labor de Gobierno, es cosa sabida por todos. Nunca en nuestros años de democracia un Gobierno había tenido tantos medios televisivos (TVES; Ávila tv; Venezolana de Televisión; Telesur; Catia tv; Canal de la Asamblea Nacional; Vive tv, etc.), con tanta propaganda gubernamental; pero qué digo gubernamental, la propaganda que se hace es de corte personalista, se le hace a la cabeza y alma de la Revolución, según ellos mismos, nuestro queridísimo Presidente.

Lo último que se les ocurrió, además de esa genialidad lingüística del "vivir viviendo", pronunciada por el propio Comandante, es lo de que Chávez es "puro corazón venezolano". Para llamarlo así, crearon una propaganda televisiva en la cual se observa la cabeza del héroe, en un gran acercamiento de cámara, dirigiendo su mirada a lontananza, de forma reflexiva, como pensando: "qué grande soy". El comercial termina, desde luego (son previsibles también), con Chávez abrazando a un niño, fundiéndose en su ternura e inocencia (puede darse el caso, y esto no es una contradicción, que usted minutos antes haya escuchado decir a un Chávez furioso y vengativo que la oposición es apátrida y que su candidato es un "majunche", un hombre de inferior categoría y baja estofa que le ofende al competir electoralmente con él).

Lo cierto es que tales propagandas se han intensificado, suponemos que es porque el Comandante Presidente está convaleciente, necesita descansar y relajarse, viéndose a él mismo por televisión. Decía Benjamin Disraeli, político y escritor británico: "háblale a un hombre de su persona y te escuchará horas enteras". Así Chávez se divierte, viéndose por televisión como lo que es: un grande hombre, imprescindible para un país que debe estar agradecido y orgulloso porque Sabaneta, allá en Barinas, haya dado hijo tan sabio e ilustre.

En las propagandas oficialistas uno se entera que es por Chávez que tal persona tiene vivienda, él mismo se la construyó, con sus propias manos, ladrillo por ladrillo; o que una cándida viejecita está disfrutando de una pensión porque él mismo, Chávez, con su propio dinero, de su bolsillo (no con el dinero del petróleo que pertenece a la nación), se la está pagando; o bien nos enteramos que los precios de la leche bajaron, pues el propio Chávez es quien está ordeñando todas las vacas para abaratar los costos de producción. De esta forma, todo lo que es básico y necesario para la vida, absolutamente todo, se lo debemos a Chávez: él es médico, arquitecto, pescador, educador, farmaceuta, economista, campesino, comerciante, etc.

Entre las propagandas televisivas que más le gusta a Chávez (es un chisme de muy buena fuente), se encuentra ésa en la cual aparece un hombre de edad madura, trigueño, regordete, de baja estatura, carirredondo y de semblante amigable, diciendo que él fue un niño de la calle, que vivía en condiciones deplorables (él y su extensa familia: con más de cinco muchachos, los oficiales, aparece en el comercial), y que gracias a "este Bolívar", no necesitamos decir que se refiere a Chávez, tiene un apartamento y un mobiliario dignísimos, como él nunca se lo hubiese imaginado en una vida de precariedades económicas, cuyo único alivio era reproducirse y reproducirse, llenando nuestro glorioso suelo nativo de compatriotas, hasta que el cuerpo lo permita. Luego de todo esto, el hombre termina diciendo que después de Dios está Chávez, y ya aquí, me lo han dicho, nuestro Comandante Presidente entra en delirio, sintiendo verdadero placer espiritual. Cómo es posible, piensa Chávez con su ojos humedecidos de la emoción, que ese hombre del pueblo sea tan sabio que piense lo mismo que él: que Chávez, él mismo, es un Bolívar y que luego de Dios, Chávez (fíjense que aquí pone a Bolívar en su sitio, primero él).

Imagino toda la escena y les confieso que yo también, como seguramente le sucederá a usted querido lector, me conmuevo y me invaden pensamientos filantrópicos, de un amor infinito a Venezuela, y me siento pueblo. Deseo pronunciar, en este momento, un pensamiento que me sale del alma, en ofrenda amorosa a nuestro líder, yo que soy pueblo también, Chávez que se proyecta en mí, siendo uno mismo conmigo; pero me acuerdo de Diógenes de Sínope: "el elogio en boca propia desagrada a cualquiera".

rub_dario2002@yahoo.es

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