domingo, 15 de abril de 2012

Gracias a Dios, ya pasó el 11 de abril. Artículo de Fausto Masó



Fausto Masó
noticierodigital.com



A muchos venezolanos los conmovió ver llorar al Presidente de la República el Jueves Santo. ¡Qué habilidad la del camarógrafo para captar el rostro del mandatario en ese preciso momento! Ese diálogo de un hombre con Dios se transmitió por televisión.

Chávez convierte su enfermedad en arma política, por ahora, claro. Es quizá la única, o una de las pocas ocasiones, en las que un cáncer, en vez de quitar votos, los aumenta y se convierte en un recurso electoral contra el cual la oposición no halla respuesta.

El pasado Jueves Santo Chávez manejó su papel al estilo de un Marlon Brando, echó mano de su drama existencial para darle vida a su personaje como hacen los grandes actores que utilizan su experiencia personal al fingir ser Hamlet o Cleopatra. La angustia de Chávez era tan real como su manipulación, y quizá por eso la escena fue conmovedora y lo ayudó políticamente: aprovechó su drama interior para reforzar su intención de quedarse seis años más en el poder. Pidió cargar la cruz de Cristo, que Dios le alargara la vida, aunque sufriera los peores dolores, y los del cáncer son terribles, a cambio de cumplir su misión con el pueblo. Fueron bien merecidos los aplausos de los asistentes a la misa.

Capriles enfrenta a un candidato temible y a un actor sobresaliente, en un país amante de la telenovela.

El sábado siguiente volvió a ser el de siempre, pasó de ser un hombre suplicante ante la divinidad a un político dispuesto a ganar las elecciones; se presentó como un presidente en funciones que controla hasta el más mínimo detalle, cosa que es imposible con el tratamiento y los viajes constantes a La Habana; al firmar decretos por televisión nos sugiere que no ha dejado de meterse en todo, y que gobierna como siempre.

Por estos días nos han atiborrado con imágenes del 11 de abril. Demasiadas. Se ha reducido la fecha a un enfrentamiento entre unos malvados y unos ángeles de bondad. En medio de ese tsunami de propaganda que culpaba al candidato de la oposición, Capriles Radonski, se ponía en evidencia que pocos venezolanos salieron a la calle a defender a Chávez. No vimos escenas de 10 cuadras de manifestantes chavistas; se mostraban tomas individuales de varios chavistas pintando en una pared un muera Carmona, agolpándose frente a Miraflores, o dispuestos a jugarse la vida por su líder, lo que hicieron. No había tomas abiertas o hechas desde un helicóptero: la calle por unos días perteneció al antichavismo. Se ocultó la monstruosa marcha opositora, en la que tantos venezolanos ignoraban que participaban en una fecha histórica, equivalente a la de Bahía de Cochinos de Fidel Castro, el día que consolidaría a Chávez 10 años en el poder.

En diciembre de 2011 Chávez había perdido popularidad, lanzó entonces su plan de vivienda y remató su ascenso en las encuestas cuando anunció que padecía de cáncer; volvió su propia carrera con la muerte un argumento electoral, frente a un candidato que rebosa vitalidad, juventud y visita el país casa por casa.

No es fácil la cosa porque todavía hoy los venezolanos no colocan como primera causa de la inseguridad al gobierno de Chávez, cuya indiferencia frente al problema parece deliberada, hasta ha dicho que la inseguridad es un problema psicológico, de simple percepción. El malandro que nos pegaría un tiro por cometer el pecado de salir de noche sería una simple alucinación.

Asombroso.

fausto.maso@gmail.com

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