ALFREDO YÁNEZ MONDRAGÓN
En Twitter: @incisos
Entrampados. Un laberinto intenso, con posibles mil salidas, pero una sola válida, abierta, descubierta.
Si confrontas contra la realidad, desalientas a los supuestos ni ni; si te haces el loco, desanimas a los estafados que aspiran justicia. Si te dejas injuriar, quedas como un come flor empírico; si atacas, te conviertes en un radical.
Aunque lo parezca, no son estos los dilemas de un candidato presidencial que inicia su travesía con un aval popular importante; resumido en tres millones de votos dispuestos por una plataforma unitaria; y una andanada en contra, refrendada por ataques verbales, físicos y hasta armados. Son, antes bien, los dolores de cabeza de una sociedad que se sabe presa, contra las cuerdas; indefensa.
En rigor; no hay más desaliento ni desánimo posibles. La realidad está ahí, y la justicia no existe. Los insultos, los gritos y la sinrazón son evidencia, que como tal debe presentarse y denunciarse -sin llegar al extremo de convertirla en el eje de una campaña- y la verdad, por muy dura que suene, jamás podrá considerarse un ataque.
Entonces lo que se percibe como trampa; como un laberinto matemático al estilo del Soduku, exige de una madurez superlativa; que distinga lo adjetivo de lo sustantivo. No se trata de confrontar; lo pertinente es asumir con criterio amplio que vivimos en la anomia total, patrocinada por un gobierno y su sistema de poderes públicos, interesados en el caos más profundo.
Rebelarse contra las corrientes de opinión que maquillan la realidad o enrolarse en las filas de aquellos que creen que todo se reduce a pasar el interruptor el próximo 7 de octubre es una decisión trascendental, para seguir en la trampa fabulada sin fin; o tomar el camino escarpado pero posible de ese laberinto malsano; que con todos sus obstáculos, tiene una salida.
"Hay un camino", nos han dicho. Andarlo, requiere de inteligencia, de fortaleza, de convicción, de compromiso, de solidaridad, de responsabilidad, de conciencia, de firmeza.
Nada está despejado. Es el tiempo de las verdes, de las muy verdes; esta vez sí para el candidato presidencial; y también para esta sociedad enferma; que se siente entrampada; pero que no pierde la esperanza de reencontrarse con un futuro perdido; para reconducirlo; así, de vez en cuando haga falta plantar cara y dejar claro que es el momento de los que queremos país.
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