jueves, 26 de enero de 2012

Pablo Pérez en los análisis de @turgelles

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Thaelman Urgelles
En Twitter: @turgelles
informe21.com/


Ser un gerente, con una obra que mostrar, gobernador del estado Zulia, el más importante y poblado del país, donde la oposición está consolidada como clara mayoría,y su lanzamiento como candidato por tres de los principales partidos de la oposición se mostró como un serio desafío al liderato que hasta ese momento tenía Henrique Capriles Radonsky. ¿Será todo eso suficiente para llevar a Pablo Pérez a encarnar la candidatura de oposición el 7 de octubre próximo?...

Biografía
La supuesta ventaja de Pablo Pérez Álvarez al poseer, junto a su tocayo Medina, una imagen de hombre de pueblo frente a la imagen “sifrina” del resto de sus oponentes, se ve considerablemente compensada por sus escasos antecedentes como fajador en la dura arena política de los últimos años. Pérez no puede mostrar heridas de batalla como el juicio y prisión de Capriles Radonsky, la inhabilitación de Leopoldo, los juicios contra María Corina y Súmate, la salvaje expropiación contra Diego Arria, el intenso protagonismo de todos ellos en calles y tribunas públicas, así como la muy extensa trayectoria de lucha política y social de Pablo Medina. Su biografía política personal es, para resumir, un tanto exigua.

Aunque su linaje político es el más antiguo entre todos los precandidatos. Su más extensa biografía, cuasi oficial, publicada en Internet, narra de una abuela adeca – doña Amalia Herrera de Pérez- quien en Maracaibo organizaba reuniones clandestinas durante la dictadura de Pérez Jiménez. Su padre, el abogado zuliano Pablo Pérez Herrera, fue dirigente de Acción Democrática en ese estado, donde ejerció importantes cargos de gobierno y al que representó por un período en el Congreso de la República, en 1968. El doctor Pérez y su esposa Juanita Álvarez son incluso compadres de bautismo de Carlos Andrés Pérez, cuyos nombres y apellido son ostentados por su ahijado, un hermano menor de Pablo. Algunos atribuyen esa relación de ahijado con CAP al propio precandidato, algo que no ha sido suficientemente desmentido y que de ser cierto le daría otra coincidencia con Chávez, quien arrastra la conseja de que su segundo nombre le fue asignado en honor a su padrino Rafael Caldera.

Pablo Martín Pérez Álvarez nació en Maracaibo, estado Zulia, el 19 de agosto de 1969. Zuliano de varias generaciones aunque una de sus estirpes es andina, de la etnia indígena timoto-cuica, procedencia muy favorable de cara al proyecto de oponer a Chávez un gallo de su misma casta. Según Pérez, su abuelo andino vino al Zulia, como miles de campesinos venezolanos, en busca de un puesto de trabajo en la industria petrolera que se expandía en la región. Al abrigo de la cosecha petrolera, la familia de origen proletario pudo ascender pronto a la clase media, concretamente con el título de abogado de Pablo Pérez Herrera. Ello permitió que Pablo y sus hermanos recibieran educación en uno de los mejores colegios católicos de Maracaibo, donde destacó en los estudios y en la práctica del béisbol y el baloncesto, algo muy común en el muy deportivo estado Zulia y afín con la contextura atlética del joven.

La referida biografía habla de un adolescente vocación sacerdotal, la cual por lo visto fue desechada por otras opciones profesionales. Dado que en los colegios privados no suele permitirse la actividad política, el estudiante Pablo Pérez sólo pudo cumplir el mandato de toda familia venezolana politizada, al comenzar sus estudios de derecho en la Universidad del Zulia: inmediatamente se inscribió en la juventud de Acción Democrática, lo que le permitió ocupar posiciones de representación en el Centro de Estudiantes de la Facultad, en la directiva de la FCU y como Responsable Universitario de AD. Ello no le impidió continuar con la vocación deportiva, a esas alturas como dirigente en organizaciones de baloncesto.

Al egresar en 1994 como abogado de LUZ, Pablo Pérez Álvarez era lo que se llama “un excelente muchacho”. Debemos sin embargo, para ser justos, mantener la mirada exigente que hemos tenido hacia los demás precandidatos, y en tal sentido observar que entre el grado de bachiller de Pérez y el de abogado mediaron 8 años. Las razones no divulgadas de ello podrían remitir a algún viaje, enfermedad o algún otro tipo de problemas o proyectos personales, pero no es ocioso suponer que el joven activista político haya sufrido en esos años el mismo síndrome de “estudiante profesional” que suele afectar a muchos de sus congéneres en las universidades públicas del país.

Lo cierto es que luego de su grado ya estaba en las lides gremiales, en el Colegio de Abogados del estado Zulia, donde fungió como Secretario y luego Vicepresidente. Y muy pronto -en 1995, a los 26 años- unió su destino profesional y político a la figura de Manuel Rosales, quien acababa de asumir su primer período como Alcalde de Maracaibo. No es injusto decir que la carrera política y pública de Pérez se ha desarrollado a la sombra del fulgurante éxito que tuvo en el Zulia Manuel Rosales, a partir de 1990.

Ha sido como eficiente y leal colaborador y luego, como heredero de las posiciones que fue dejando Rosales en su ascendente carrera (y luego en su circunstancial declive) que Pablo Pérez construyó su ascenso político, primero en la región zuliana y ahora en escala nacional. Y no debe haberle sido fácil ocupar tales espacios, en un contexto como el zuliano, pleno de profesionales y activistas políticos competentes y hábiles para el manejo político. Basta con revisar el equipo de gerentes públicos y operadores políticos que han acompañado a Rosales en los 15 años de sus ejecutorias para respetar a quien en poco tiempo, y con menor edad, logró colocarse como el segundo de a bordo en el proyecto.

Es larga la lista de posiciones administrativas y gerenciales zulianas ocupadas por Pérez en el gobierno zuliano. No viene al caso enumerarlas, pues están en todos sus resúmenes biográficos. Baste señalar que van desde la más modesta -asesor jurídico en el Concejo Municipal de Maracaibo- hasta la elevada secretaría general de gobierno del estado, antesala de su elección como gobernador. Todo ello en pocos años, lo cual da cuenta de una sobresaliente capacidad para la gerencia pública, aunque su rápido éxito también supone que no ha sido un minusválido en el forcejeo palaciego.

A partir de su ingreso a la administración pública, no hay en este currículum mayores logros de carrera político-partidista. Al parecer el joven abogado se concentró en el ejercicio eficiente de sus cargos públicos antes que a las tareas político-organizativas. Recuérdese que, ya a principios de los años 2000, Rosales se distanció de AD y poco después fundó la organización regional UNT; en tal proceso participó sin duda Pérez, pero no se lo visualiza como uno de los activistas principales. Salvo demostración en contrario, la imagen que tenemos de Pablo Pérez es la del administrador que cuidó la bodega mientras Rosales y sus lugartenientes construían el partido, producían las victorias electorales y gestaban el salto a la arena nacional. El valor de esta suplencia debió ser decisivo en 2006, cuando Rosales debió dedicar más de la mitad del año a la precampaña y campaña presidencial, como abanderado de la oposición.

(En las recientes afirmaciones hemos empleado un tono supositivo, dado que no hemos entrevistado a nadie ni consultado otras fuentes que las disponibles para cualquier venezolano común. No hemos asumido estos análisis como una investigación histórica sino como ensayos de reflexión ciudadana, a partir de la observación cotidiana de la realidad).

En 2004, Pablo Pérez es designado por Un Nuevo Tiempo como candidato a la alcaldía que 4 años atrás había dejado el jefe del movimiento. Es sin duda un logro político importante, obtenido –siempre según nuestra suposición- más por su prestigio como gerente público que por sus habilidades para manejarse dentro del aparato. Insistimos en esta circunstancia, porque ella nos va dibujando el ascenso de una figura política que corresponde a una nueva y aun larvada Venezuela: aquella donde la fuerza de las capacidades, de los logros concretos, tiende a privar sobre el tradicional juego de maniobras internas dentro de los partidos. En las formas políticas previas –que sin duda se mantienen vivas, pero agonizan ante el empuje de una ciudadanía cada vez más despierta y exigente- una selección de este tipo recaería directamente en un adlátere del jefe partidista de turno antes que en el funcionario adecuado para ejercer el cargo en disputa. Al observar su desempeño posterior a esos años, no dudamos en otorgar ese mérito a Pablo Pérez.

No le alcanzaron, sin embargo, para vencer en su primera confrontación electoral de envergadura. Enfrentado al alcalde en ejercicio Giancarlo Di Martino -electo en el 2000 como candidato de UNT, pasado luego al campo oficialista, y uno de los pocos de ese sector, junto a Henry Falcón en Barquisimeto, que ofrecía una obra municipal respetable- resultó derrotado en una elección muy reñida, cuyos resultados debieron esperar el día siguiente de las votaciones. El escaso conocimiento que había de su figura, más el ventajismo y las manipulaciones habituales en favor de los candidatos oficiales, privaron para el resultado adverso, que el mismo Pablo ha reconocido como un momento muy doloroso de su carrera.

Redimensionado políticamente por su buen desempeño electoral, es designado por el gobernador Rosales como Secretario General de Gobierno. El resto de la historia es más conocida: Rosales es designado candidato de oposición para las presidenciales de 2006, Pablo cubre su retaguardia mientras hace la campaña, Rosales regresa al Zulia tras su derrota frente a Chávez y no puede lanzarse a la reelección en 2008. Entonces se lanza es a la Alcaldía de Maracaibo y Pablo Pérez es designado candidato a la gobernación. Ambos ganan sus contiendas, aunque Manuel Rosales, a pocos meses de asumir la Alcaldía más grande el país debe abandonarla e irse asilado ante acusaciones de corrupción que, desde el gobierno, lo amenazaban con juicio y cárcel.



Una pre-candidatura tardía

A partir de la candidatura presidencial de 2006, Un Nuevo Tiempo se dimensionó como partido nacional. Recibió en sus filas a dirigentes y militantes de diversos cauces partidistas: ex-masistas de la corriente de Petkoff, quienes anduvieron varios de los anteriores años con Francisco Arias Cárdenas, disidentes de Acción Democrática (de hecho Rosales también lo fue) y la corriente que bajo el liderazgo de Leopoldo López se había escindido de Primero Justicia. En las elecciones regionales de 2008 y en las parlamentarias de 2010 el partido se consolidó como una de las tres organizaciones más votadas nacionalmente, aunque resulta visible que el mayor porcentaje de esta fuerza electoral sigue concentrado en la región zuliana.

Tras la persecución judicial contra Rosales y su salida del país Pablo Pérez heredó, además de la gobernación más grande de Venezuela, la vocería pública nacional de UNT; y algo más importante: el estatus de un posible candidato presidencial con enormes posibilidades de encabezar a la oposición. Hubo ciertamente bastante forcejeo para la toma de esa decisión por el partido; al parecer Rosales sigue siendo allí el dueño del bate y la pelota y además conserva una estructura de lealtades que hicieron bastante disputada la decisión. Desde afuera se percibió que los sectores de reciente integración al partido se inclinaban mayormente por Pablo y los más antiguos –y zulianos- por Rosales. Pensamos que en la decisión final privó la negación de Rosales de regresar al país, tras una serie de amagos que nunca fueron cumplidos. Fue significativo que el anuncio de la decisión de UNT lo hiciera el propio Manuel Rosales, desde Perú o Panamá.

El intrincado y largo proceso interno que condujo a su designación por el partido hizo que la pre-candidatura de Pablo Pérez tuviera un lanzamiento tardío, en relación con la temprana mención del nombre de Henrique Capriles Radonsky por Julio Borges, apenas se conocieron los positivos resultados de la oposición en las parlamentarias de septiembre 2010. El haber corrido solo –aunque sin designación formal- durante los primeros 7 meses de este año le proveyó a Capriles una significativa ventaja entre el electorado opositor, además de sus innegables méritos como alcalde y gobernador eficiente y su positiva figura de político joven, valiente y bien formado.

Pero el lanzamiento tardío no parecía un obstáculo para que Pérez y su equipo remontaran la ventaja que les llevaban Capriles, Primero Justicia y sus aliados. Las características de Pablo en cuanto a hombre de extracción y apariencia popular, con fuerza electoral en el estado de mayor población, su estilo campechano y sencillo, lo hacían merecedor de enormes simpatías entre opositores de toda Venezuela, entre ellos muchas personas de elevado estatus socio-económico: “es el hombre ideal para enfrentar a Chávez –solía escucharse- mucho mejor que los políticos sifrinos de Caracas”.

Pronto comenzó a percibirse un acercamiento natural de Acción Democrática hacia la opción zuliana. Aunque había para ello un problema: Antonio Ledezma ya estaba lanzado como pre-candidato. Importante dirigente de la oposición en estos 12 años, admirado por su sorpresiva derrota al chavismo en la Alcaldía Metropolitana de Caracas y por la valentía y dignidad con la que resistió los atropellos oficiales contra el ente que limpiamente obtuvo. Ledezma posee una impresionante trayectoria en las filas de AD; y aunque años atrás había abandonado al partido, se encontraba en un proceso de franco acercamiento con la casa matriz y goza del afecto y la adhesión de una importante porción de su militancia.

La decisión de AD sobre pre-candidaturas, descartado de principio un abanderado propio, tendría por ello que transitar también un complicado proceso interno, de tal manera que el desenlace no produjera lesiones internas en la organización ni en la relación de ella con el aspirante que no recibiera el apoyo. Ramos Allup manejó el asunto con prudencia y produjo una decisión sin traumas inmediatos, en favor de la opción que ofrecía al partido una mayor posibilidad de victoria en las primarias. Sin ese apoyo capital, Ledezma abdicó de su aspiración con respetable dignidad y se mantiene solidario a todo el proceso, sin apoyar a ninguno de los aspirantes. Mas este nuevo curso decisorio retrasó esta vez el fortalecimiento que AD brindaría a la pre-candidatura de Pablo Pérez.

Luego se añadió el apoyo de Copei, partido que sufre un notable deterioro a causa de una amarga disputa estatutaria. Posteriormente, los de otras organizaciones de menor dimensión, algunas personalidades de relieve en el mundo político de los últimos años y décadas; y finalmente el apoyo de una porción del MAS, tras uno de los aparatosos conflictos internos habituales en ese partido. El frente así configurado ofrece un aspecto bastante atractivo en cuanto a la fortaleza relativa de sus aparatos de movilización electoral, pero al mismo tiempo le confiere a Pérez el aspecto de un “pre-candidato del Sistema de la oposición”. Una condición que se acentúa por el apoyo que le brindan grupos económicos, financieros y mediáticos que hicieron sus mayores haberes a la sombra del Estado, antes de Chávez, y algunos que lo continúan haciendo durante el “proceso bolivariano”.

Esto motivó entre los observadores el debate sobre qué pesaría más en la suerte electoral de Pérez: si la fuerza de votos seguros y la capacidad de movilización que le proporcionaban los partidos aliados, o el peso muerto que significaba -luego de toda el agua que ha corrido aquí en los últimos 20 años- presentarse en las ciudades y pueblos de Venezuela como el candidato de AD, COPEI y el MAS…. Particularmente nos inclinamos por la segunda opción.

Estrategia y Campaña

Concientes de aquel problema, los veteranos políticos que encabezan la alianza han decidido mantener en bajo perfil las siglas partidistas que la componen y centrar todo el esfuerzo propagandístico en la figura del pre-candidato. Esto fue exigido, además, por el hecho de que Pérez no era muy conocido en las regiones del país distintas al Zulia y sus estados vecinos. Los dirigentes partidistas se dedicarían a promover, también de cara a las primarias, a sus propios pre-candidatos a gobernadores y alcaldes. Ello trajo consigo un nuevo problema: el vuelco del activismo más visible de AD y Copei hacia sus propios candidatos regionales y locales ha producido un abandono del aspirante a su propia suerte y a la ayuda de sus colaboradores más cercanos. Siempre como observador distante, nos luce un poco solitario este Pablo Pérez recorriendo el país y tratando de acortar una desventaja que luce a veces congelada y otras en franca expansión.

Si examinamos las páginas Web de AD, Copei y hasta de UNT, encontraremos que la campaña de Pablo Pérez no posee espacios protagónicos en la misma. Casi todas están dedicadas a sus temas partidistas, a decisiones de la MUD y a promover sus propios candidatos locales; Pérez es un issue más, cuando no es inexistente. En la página Web de AD, sección noticias, de fecha 24 de enero de 2012, la primera mención de la campaña presidencial se hace en la página 3 (la noticia 24°, del 16 de diciembre), referida al nombramiento del comando de profesionales y técnicos de AD con Pablo Pérez, en el estado Vargas; un caliche, pues. Luego salta a la página 5, del 18 de noviembre, sobre el debate de los precandidatos en la UCAB. El asunto es similar en la página de Copei y así ocurre, aunque en menor medida, en la página de UNT, su propio partido, donde Pérez es tratado como una noticia más junto a sus compañeros candidatos a otras posiciones: Delsa Solórzano, William Ojeda, Olivares, Blyde, Stalin, suelen encabezar el Home de dicha página con preferencia sobre el candidato. Mientras tanto, Pablo Pérez recorre el interior del país junto a los pre-candidatos a gobernadores y alcaldes de los partidos que lo apoyan; retratándose con ellos, levantándoles las manos, etc. Si esta no es la imagen de una pre-candidatura presidencial utilizada como portaaviones de las opciones regionales y locales, dígase entonces lo que es.

En realidad, es encomiable el papel que está haciendo Pablo en la soledad descrita y ante la carencia de un claro fundamento estratégico. Frente a los nítidos perfiles y líneas temáticas -acertadas o erradas- que han intentado para sus aspirantes los comandos de Capriles, López, Machado y Arria, la campaña de Pérez no muestra un definido rumbo estratégico, ni acciones que luzcan el resultado de decisiones pensadas e investigadas. En principio trataron de centrarse en la indiscutible obra de gobierno desplegada en el Zulia y en una imagen campechana del líder. Esto último fue abortado por la difusión que dio el gobierno de un video donde Pérez quedaba en posición poco elegante. Tuvieron entonces que ir a un perfil más institucional, al cual por cierto responde muy bien el pre-candidato, de quien hay que decir que posee auténticas condiciones para la vocería política de masas y ha hecho un esfuerzo divulgativo digno de elogio. Por lo pronto, nos parece mucho más formado y mejor vocero que Manuel Rosales, a quien hace 6 años le entregamos sin más nuestras banderas democráticas.

Nos sorprende que el comando de campaña de Pérez no haya puesto sobre el tapete una agenda claramente socialdemócrata, correspondiente con la filiación de los partidos que lo integran; porque la agenda demócrata-cristiana posee un contenido programático similar. La socialdemocracia y la DC poseen lenguajes y temas bastante acordes con la necesidad de enfrentar a Chávez en su propio terreno. Y referentes internacionales de éxito que podrían muy bien ser mostrados en una campaña nacional como esta. Si bien es cierto que hoy en Europa estos referentes se encuentran algo devaluados, también lo es que el socialismo radical está absolutamente desprestigiado y Chávez lo manosea a diario con no poco éxito.

Esta omisión en el empleo de las propias herramientas conceptuales ha dado lugar a un asordinamiento de la disyuntiva ideológica que subyace en esta contienda de las primarias. Aunque ella no se ha manifestado con franqueza y su tímida formulación ha sido expuesta en términos muy gruesos, únicamente María Corina Machado la ha venido expresando con creciente claridad. Es un hecho que también Capriles Radonsky y Leopoldo López muestran una faz liberal-modernizadora en lo político y socio-económico. Arria y Medina, desde polos ideológicos opuestos, han decidido ignorar tal aspecto y coincidir en una agenda puramente político-institucional.

Al sugerir que la campaña de Pérez ha debido explotar su perfil socialdemócrata no estamos proponiendo que los pre-candidatos introduzcan en el debate consideraciones sobre los espacios políticos tradicionales: izquierda, derecha, centro… Algo que fue sugerido por Teodoro Petkoff en entrevista con el periodista y escritor Boris Muñoz, cuando declaró que Pablo Pérez es la mejor opción para enfrentar a Chávez por su posición de centro izquierda, frente a la centro derecha encarnada por los otros candidatos. Es un argumento respetable –como todos los de Teodoro- aunque no lo compartimos. Lo que resulta extravagante en un hombre tan lúcido es la conclusión, ante el mismo Muñoz, de que “… si Pablo Pérez no es el candidato este país está jodido".

Con el transcurso de la campaña ,Pablo Pérez ha crecido visiblemente como vocero, tanto en el aspecto programático como en el lenguaje político. Si bien su aparición en el primer encuentro entre los precandidatos pareció un poco ensayada por los asesores, con frases y gestos prefabricados, en los siguientes –y particularmente en el presentado en enero- lució aplomado, convincente y sincero. Igualmente su registro en las giras regionales lo ha mostrado como un conocedor de los problemas de cada estado, un mérito que sin duda comparte con sus asesores partidistas.

En las semanas recientes su discurso está enfatizando dos consignas: tarjeta única y no reelección. Se trata de una línea estratégica pertinente, porque ambas son aspiraciones antiguas del pueblo opositor: la no reelección ha sido un sostenido argumento contra la obsesión continuista de Chávez y la tarjeta única un reclamo de las bases antichavistas, en busca de una identidad más nítida que libere al sector democrático de la mala imagen conservada por los partidos. Sin embargo, pensamos que a estas alturas dichos temas poseen escasa relevancia para la mayoría de los electores; y además, detrás de ellas se percibe muy claro el interés de los partidos que respaldan a Pérez, necesitados de presionar a Capriles Radonsky y a Primera Justicia para que acepten ambas condiciones.

Sería muy grave para estos partidos que, ante el probable triunfo de Capriles el 12-F, este sea presentado para Octubre con tarjetas separadas de cada partido. Ello conduciría a una elevadísima votación para Primero Justicia, con lo cual se despegaría definitivamente en el voto nacional y en su tamaño como partido. En cuanto a la reelección, la perspectiva del triunfo de Capriles en febrero y octubre los lleva a intentar cerrar toda posibilidad de su continuidad por un nuevo período, puesto que ello alejaría las oportunidades de todos los que están prevenidos con miras a 2018 (o antes, si se lograre reducir el período constitucional). Ciertamente, los dos temas son de importancia central para el sector democrático. Pero existen argumentos también serios en contra de la tarjeta única y en favor de una sola reelección.

En primer lugar, algunos argumentan que la tarjeta única era mucho más necesaria para las elecciones parlamentarias, porque permitía ofrecer una identidad más clara y sólida para las planchas unitarias. Pero a ello se opusieron los mismos partidos que hoy la exigen en la vocería de Pablo Pérez, porque en aquel momento les convenía contarse y demostrar su mayor fortaleza frente al resto de los partidos. Ahora que el candidato puede ser de un partido distinto, la tarjeta única llevaría a que todos los gatos sean pardos, evitando que ello se convierta en trampolín para el despegue del partido del candidato ganador. Quienes respaldan tarjetas separadas de cada partido, más una tarjeta unitaria de la MUD, argumentan que tal medida permitiría que el candidato opositor tenga una presencia múltiple y variada en el tarjetón electoral, similar a la que ofrecerá seguramente el candidato Chávez. No es poca cosa este argumento.

En cuanto a la reelección, sus partidarios argumentan que todo presidente requiere dos períodos –de 4 o 5 años- para ejecutar un programa de gobierno coherente. Tal solución ha sido adoptada por casi todo el resto de Latinoamérica, sin mayores problemas; y cuando en Colombia el presidente Uribe intentó alargar a tres sus períodos, funcionó la institucionalidad para impedirlo. Es otro argumento de peso, el cual merece al menos un debate más sosegado y menos circunstancial que el promovido mediante consignas de campaña electoral. En todo caso, la reiteración de estas dos propuestas como consignas de campaña pudiera permitir, a los partidarios de una reelección y de tarjetas múltiples, proclamar que las dos ideas ya fueron desechadas por los electores, en caso de no resultar Pablo Pérez vencedor el 12-F.

Finalmente, cabe comentar el comportamiento de Pablo Pérez y de su comando ante la alianza anunciada por Leopoldo López y Capriles Radonsky. Mientras el comando ofreció una lamentable rueda de prensa teñida de reconcomio y balbuceantes explicaciones, el pre-candidato mostró madurez y tolerancia, al aceptar democráticamente un hecho que ciertamente fortalece a su principal contendiente, y mantuvo el curso normal de su campaña, basada en el incansable recorrido por las diversas regiones del país.

No podemos terminar este análisis sin reconocer que en Pablo Pérez la democracia y la política venezolana ganaron en estos meses un importante baluarte, de cara a la construcción del país que todos soñamos. Aunque no resulte triunfador en la primarias, como luce previsible, su nombre quedará entre los factores a tomar en cuenta para el futuro, en un abanico de probables posiciones donde puede ser útil.

Por lo pronto, proponemos a la ciudadanía movilizada -la que ejerce sus derechos de opinión por los más distintos medios y redes- que insistamos ante la MUD y el partido Un Nuevo Tiempo, en el sentido de corregir la injusticia cometida contra Pablo Pérez en ocasión de ser inscritas las pre-candidaturas a presidente, gobernadores y alcaldes. Aquella que -mediante un reglamento muy discutible, sin primarias y con escasa explicación- designó candidatos a la gobernación del Zulia a la señora Eveling de Rosales y a la alcaldía de Maracaibo al ingeniero Enrique Márquez. De no resultar electo candidato único el 12-F, lo correcto es que Pablo Pérez sea el candidato a la gobernación del Zulia y la señora Rosales a la alcaldía. Vemos con satisfacción que el tema está presente en la opinión zuliana, pero no está demás apoyarlo desde ya, porque sabemos cómo se suelen cocer las habas en nuestra política.



Thaelman Urgelles
Próximo análisis: HENRIQUE CAPRILES RADONSKY
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