Pérez: su mejor opción es conservarse limpiamente en la competencia
ARGELIA RÍOS
En Twitter: @Argeliarios
eluniversal.com/
No estamos exactamente ante una batalla generacional. La verdad es que todos los competidores tienen a su lado a un contingente de figuras del pasado. Sin embargo, es indiscutible que los ciudadanos se decantaron a favor de una opción radicalmente novedosa. El hecho sugiere entonces que la lucha actual no está del todo desprovista de los rasgos que caracterizan a las rivalidades generacionales. Las discrepancias dentro de la oposición, como las de ella contra el chavismo, tienen algo de ese tipo de disputas. El país anhela un refrescamiento y "la muchachada" responde reclamando las riendas para encabezar un cambio, en un forcejeo donde las viejas nóminas -incluyendo en ella ésa a la que Chávez pertenece- pernean con furia para impedir el desplazamiento que la historia empuja.
El ecosistema político nacional está sufriendo una transformación. Los políticos más jóvenes desean una oportunidad y han decidido no cruzarse de brazos. Las camadas anteriores perdieron su momento ante quienes secuestraron para sí el ejercicio del poder. Los de hoy están decididos a no jugar banco y se saben acompañados por un amplísimo segmento de la población. Esa mayoría de electores aspira a un reemplazo general del liderazgo y luce atenta ante los trucos que buscan evitarlo... Así, los jóvenes candidatos de la oposición enfrentan un doble combate existencial: uno, en contra de los factores internos que les desdeñan -porque su ascenso les representa su propio ocaso- y otra, en contra del establecimiento bolivariano, cuyo jefe no se sonroja al anunciar su enfermiza adicción al poder.
La legítima alianza Capriles-López se ha dado en ese marco, que antes había sido adobado por el virulento "todoscontracapriles" armado en las sinuosas e intrigantes reuniones de Panamá y Perú. En ningún caso el objetivo era Pablo Pérez, quien ahora tiene una brillante posibilidad: el zuliano no merece que sus aliados más maleados le impongan una agenda de confrontación demencial con sus hermanos generacionales. Capriles y López lo reconocen con respeto -al igual que a María Corina- como una ficha clave del tinglado de la renovación. Quien lo niegue, miente descaradamente. Ambos desean que Pérez conserve una posición de privilegio en el tablero futuro de política venezolana. Pérez debe abordar con responsabilidad esta encrucijada: su mejor opción es conservarse limpiamente en la competencia, sin prestarse a desviaciones suicidas... Para hacerlo necesita evitar el embargo de algunas de las viudas del pasado, que pretenderán utilizarlo para encubrir sus enconos y sus oscuros propósitos. Sólo él puede evitar que las primarias se conviertan en un juego "perder-perder": si apela a ese esquema 12F no servirá para ganarle a Chávez.
Argelia.rios@gmail.com
Twitter @Argeliarios
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No estamos exactamente ante una batalla generacional. La verdad es que todos los competidores tienen a su lado a un contingente de figuras del pasado. Sin embargo, es indiscutible que los ciudadanos se decantaron a favor de una opción radicalmente novedosa. El hecho sugiere entonces que la lucha actual no está del todo desprovista de los rasgos que caracterizan a las rivalidades generacionales. Las discrepancias dentro de la oposición, como las de ella contra el chavismo, tienen algo de ese tipo de disputas. El país anhela un refrescamiento y "la muchachada" responde reclamando las riendas para encabezar un cambio, en un forcejeo donde las viejas nóminas -incluyendo en ella ésa a la que Chávez pertenece- pernean con furia para impedir el desplazamiento que la historia empuja.
El ecosistema político nacional está sufriendo una transformación. Los políticos más jóvenes desean una oportunidad y han decidido no cruzarse de brazos. Las camadas anteriores perdieron su momento ante quienes secuestraron para sí el ejercicio del poder. Los de hoy están decididos a no jugar banco y se saben acompañados por un amplísimo segmento de la población. Esa mayoría de electores aspira a un reemplazo general del liderazgo y luce atenta ante los trucos que buscan evitarlo... Así, los jóvenes candidatos de la oposición enfrentan un doble combate existencial: uno, en contra de los factores internos que les desdeñan -porque su ascenso les representa su propio ocaso- y otra, en contra del establecimiento bolivariano, cuyo jefe no se sonroja al anunciar su enfermiza adicción al poder.
La legítima alianza Capriles-López se ha dado en ese marco, que antes había sido adobado por el virulento "todoscontracapriles" armado en las sinuosas e intrigantes reuniones de Panamá y Perú. En ningún caso el objetivo era Pablo Pérez, quien ahora tiene una brillante posibilidad: el zuliano no merece que sus aliados más maleados le impongan una agenda de confrontación demencial con sus hermanos generacionales. Capriles y López lo reconocen con respeto -al igual que a María Corina- como una ficha clave del tinglado de la renovación. Quien lo niegue, miente descaradamente. Ambos desean que Pérez conserve una posición de privilegio en el tablero futuro de política venezolana. Pérez debe abordar con responsabilidad esta encrucijada: su mejor opción es conservarse limpiamente en la competencia, sin prestarse a desviaciones suicidas... Para hacerlo necesita evitar el embargo de algunas de las viudas del pasado, que pretenderán utilizarlo para encubrir sus enconos y sus oscuros propósitos. Sólo él puede evitar que las primarias se conviertan en un juego "perder-perder": si apela a ese esquema 12F no servirá para ganarle a Chávez.
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