SAÚL GODOY GÓMEZ
eluniversal.com/
La mitad del país son mujeres, la mitad más importante, la que cuenta al momento de vivir y sobrevivir, la que verdaderamente ama y se entrega sin esperar nada a cambio, la que sostiene a la otra mitad, a los hombres, durante la niñez desvalida y en la temprana juventud tan llena de peligros y contradicciones, luego, al hacerse adultos, estos le confían sus familias mientras salen a la calle a conseguir el sustento; cuando son responsables, porque hay muchos hombres que ni eso, abandonan el hogar y dejan a la mujer entendiendo con una prole llena de necesidades.
Venezuela depende de ellas, no del macho que grita, que se gasta todo su sueldo en alcohol, que se va por días y regresa cansado y oliendo a otra hembra. Mucha de la violencia que estamos sufriendo es por causa del hombre que abandona a su familia y deja a una mujer fatigada, usada y triste... y cuando la mujer se quiebra, la familia toda cae, se van los niños rodando al lodazal y de allí surge el resentimiento y la peor de las delincuencias, la que no tiene compasión ni medida.
Pero del otro lado de la acera, muchos hombres sentimos, conocemos y nos hacemos solidarios con esa otra mitad de mujeres comprometidas con la vida, porque amamos a nuestras compañeras, porque le debemos mucho más que una buena educación y el amor de hijos y de esposos, las respetamos y las honramos porque representan nuestra complementariedad en la tierra, nuestra felicidad más íntima, la estabilidad necesaria.
Quienes consideramos a la mujer nuestros pares, en inteligencia, voluntad y destino, no vemos razones para que una de ellas, de las más valientes, de las mejor preparadas, de las más arriesgadas, pueda llegar a ser Presidente de nuestro país. ¿O es que no estamos cansados de tanto culto al hombre de hierro, al supermacho vestido de uniforme, al Florentino retando al mismísimo Diablo? Nuestra historia ha sido una continua narración de guerreros, de luchas intestinas, de violencia y sangre, de quien orina parado más lejos que el otro, ahora se quiere impone la moda de candidatos sin mujeres, como si eso conllevara alguna ventaja.
Con María Corina Machado a Venezuela le llegó la hora de un cambio fundamental, pensemos si en realidad nuestra vapuleada república sigue necesitando a hombres fuertes o si, por el contrario, llegó la hora de las mujeres sabias y valientes, sin pasados políticos. Quizás, en vez de jóvenes muchachos, con sus clubes de gerentes sociales y grandes maquinarias electorales, lo que necesitemos sea a mujeres entregadas a la patria, hacedoras de vida y sostenes de hogar.
Ya, en el pasado, preferimos a militares enfermos y egoístas que solo se complacieron en hacer "realidad" su ideología, y nombrar "mujeres" para puestos claves (?) para luego insultarlas si no estaban de acuerdo con él; o maltratarlas con más fuerza si eran jueces o periodistas independientes.
Solo una mujer comprende que más importante para el país es atender primero a la familia que al vecino, proveer alimento para los niños que armas, contar con maestros bien pagados que oficiales militares multimillonarios, disfrutar de un servicio de electricidad estable que mantenerle la corte a un barbudo caribeño... Una mujer tiene otra lógica, la del hogar bien mantenido, con respeto y en orden, la de prioridades básicas en vez de lujos, la de buena comida en la mesa y no descompuesta y enterrada para ocultar unas comisiones, la de valores morales y no consignas políticas.
¿Qué Venezuela es un país de machistas irredentos? Solo hasta que la otra mitad del país, que cree en las mujeres, lo siga aceptando. El machismo es una tara mental, de la que viven algunos socialistas que denigran de las damas dignas del país que lo construyen a diario, a fuerza de puro coraje. Con María Corina le llegó la oportunidad de todas las mujeres de verdaderamente cambiar las cosas, con un toque femenino, con libertad y capitalismo.
saulgodoy@gmail.com
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La mitad del país son mujeres, la mitad más importante, la que cuenta al momento de vivir y sobrevivir, la que verdaderamente ama y se entrega sin esperar nada a cambio, la que sostiene a la otra mitad, a los hombres, durante la niñez desvalida y en la temprana juventud tan llena de peligros y contradicciones, luego, al hacerse adultos, estos le confían sus familias mientras salen a la calle a conseguir el sustento; cuando son responsables, porque hay muchos hombres que ni eso, abandonan el hogar y dejan a la mujer entendiendo con una prole llena de necesidades.
Venezuela depende de ellas, no del macho que grita, que se gasta todo su sueldo en alcohol, que se va por días y regresa cansado y oliendo a otra hembra. Mucha de la violencia que estamos sufriendo es por causa del hombre que abandona a su familia y deja a una mujer fatigada, usada y triste... y cuando la mujer se quiebra, la familia toda cae, se van los niños rodando al lodazal y de allí surge el resentimiento y la peor de las delincuencias, la que no tiene compasión ni medida.
Pero del otro lado de la acera, muchos hombres sentimos, conocemos y nos hacemos solidarios con esa otra mitad de mujeres comprometidas con la vida, porque amamos a nuestras compañeras, porque le debemos mucho más que una buena educación y el amor de hijos y de esposos, las respetamos y las honramos porque representan nuestra complementariedad en la tierra, nuestra felicidad más íntima, la estabilidad necesaria.
Quienes consideramos a la mujer nuestros pares, en inteligencia, voluntad y destino, no vemos razones para que una de ellas, de las más valientes, de las mejor preparadas, de las más arriesgadas, pueda llegar a ser Presidente de nuestro país. ¿O es que no estamos cansados de tanto culto al hombre de hierro, al supermacho vestido de uniforme, al Florentino retando al mismísimo Diablo? Nuestra historia ha sido una continua narración de guerreros, de luchas intestinas, de violencia y sangre, de quien orina parado más lejos que el otro, ahora se quiere impone la moda de candidatos sin mujeres, como si eso conllevara alguna ventaja.
Con María Corina Machado a Venezuela le llegó la hora de un cambio fundamental, pensemos si en realidad nuestra vapuleada república sigue necesitando a hombres fuertes o si, por el contrario, llegó la hora de las mujeres sabias y valientes, sin pasados políticos. Quizás, en vez de jóvenes muchachos, con sus clubes de gerentes sociales y grandes maquinarias electorales, lo que necesitemos sea a mujeres entregadas a la patria, hacedoras de vida y sostenes de hogar.
Ya, en el pasado, preferimos a militares enfermos y egoístas que solo se complacieron en hacer "realidad" su ideología, y nombrar "mujeres" para puestos claves (?) para luego insultarlas si no estaban de acuerdo con él; o maltratarlas con más fuerza si eran jueces o periodistas independientes.
Solo una mujer comprende que más importante para el país es atender primero a la familia que al vecino, proveer alimento para los niños que armas, contar con maestros bien pagados que oficiales militares multimillonarios, disfrutar de un servicio de electricidad estable que mantenerle la corte a un barbudo caribeño... Una mujer tiene otra lógica, la del hogar bien mantenido, con respeto y en orden, la de prioridades básicas en vez de lujos, la de buena comida en la mesa y no descompuesta y enterrada para ocultar unas comisiones, la de valores morales y no consignas políticas.
¿Qué Venezuela es un país de machistas irredentos? Solo hasta que la otra mitad del país, que cree en las mujeres, lo siga aceptando. El machismo es una tara mental, de la que viven algunos socialistas que denigran de las damas dignas del país que lo construyen a diario, a fuerza de puro coraje. Con María Corina le llegó la oportunidad de todas las mujeres de verdaderamente cambiar las cosas, con un toque femenino, con libertad y capitalismo.
saulgodoy@gmail.com
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