sábado, 7 de julio de 2012

¿Es derrotable Chávez?. Artículo de Alberto Franceschi

Alberto Franceschi

noticierodigital.com

Hace 3 años cayó el sombrerúo Manuel Zelaya, el improvisado aliado hondureño de Chávez y ahora le tocó el turno a su aliado paraguayo, el ex obispo Fernando Lugo, a quien se llevó el diablo, al ser depuesto con mucho menos dramatismo pero como resultado de la solidez de las instituciones democráticas, que en esos dos países pobres, son más preciadas quizá que lo demostrado para los Venezolanos, donde la riqueza petrolera hizo venal y corrupta a demasiados en su clase empresarial y de la elite política anterior a Chávez y que además ya hizo de los rojos revolucionarios solo piltrafas morales, al cabo de 14 años de disfrute de las mieles del poder.

No suficiente con esta espectral molicie sobre nuestra conciencia nacional, tenemos frente a nosotros la amenaza de comprobar, si este proceso de deterioro también convirtió,en los últimos 8 años, a la oposición electoral, clientelar y “cohabitacionista”, en solo parte del mismo régimen “bolivariano” edificado desde 1999 por los agentes políticos de los Castro y su demiurgo local, el inefable comandante felón Hugo Chávez.

La base material, física, de este proceso no es otra que la imposición de un plan político que ha destruido ya dos tercios de nuestra economía e infraestructura y ha hecho, a dos tercios de los venezolanos, absolutamente dependientes de algún subsidio, dádiva o créditos blandos con dolo incluido, todos adscritos, desde hace 8 años, a un exorbitante ingreso petrolero, que solo ahora empezó a mermar, amenazando los cimientos mismos de este populismo sin destino, si es que no bastara la amenaza real de la desaparición, por enfermedad terminal , del atronado caudillo.

Son muchos, lo admito, quienes critican mi óptica sobre el proceso político nacional, por qué y que no infundo optimismos ni esperanzas, ánimos de victorias o visiones utópicas sobre el proceso político por venir, en los próximos meses. Asumo las consecuencias del descrédito transitorio.

Puede decir en mi descargo, que resulta casi delictual opinar distinto a las obligados ditirambos al candidato opositor escogido y a las opiniones vertidas por él y su comando de campaña, así como no cantar loas al árbitro electoral, que se supone nos tratará con deferencia si guardamos silencio.

Sobre todo se penaliza, con mayor ostracismo aún, al que no comparta la bucólica visión que Chávez, obligado por una gran derrota en la votación del 7 de Octubre próximo, se resignará a entregar el poder.

Comienzo por declarar entonces, que como nada puede descartarse en política, todo efectivamente es posible, aunque resulte irracional imaginarlo, desde la imposición de una monarquía de los Chávez, pasando por la muerte por cáncer del déspota, hasta la eventualidad de hacerlo polvo electoralmente y que ello obligue a la FFAA a hacer respetar el veredicto de los electores.

Lo primero que sería obligante, para imaginar una victoria opositora, es entonces desarticular sobre la marcha, un eventual plan de fraude electrónico y de ventajismos obscenos, orquestados o admitidos por el CNE, el poder electoral de perruna obediencia al dictador.

Por ello no puede descartarse también, que pueda desatarse a partir del 8 de octubre, una poderosa crisis política e incluso militar, si Chávez maniobra para quedarse “a lo Jalisco” con el coroto, y si por su parte la dirección opositora, por primera vez desde 2002, decide pelear contra la ilegalidad e ilegitimidad del poder chavista.

Mis enormes dudas vienen dadas por la mediatización del lenguaje, del programa, estrategia y estilo del candidato en campaña, en cuyas manos se ha puesto buena parte de nuestro destino político para esa coyuntura electoral y poselectoral, donde su entereza o idoneidad para este liderazgo, sin prejuzgar nada, quedará establecida o absolutamente cuestionada, en medio de la coyuntura desatada en octubre de este mismo año.

El problema no es solo ganar, lo fundamental sigue siendo imponer esa victoria contra el seguro intento de Chávez de desconocerlo, mediante toda clase de maniobras, que incluyen en primer término el plan de fraude electrónico.

Las interrogantes sobre nuestro destino no se encuentran predeterminadas solamente por la decisión de mantenerse en el poder, contra viento y marea , de la casta lumpen gobernante, que se ha enriquecido mediante la prevaricación y depredación de bienes públicos, cuando no han sido suficientes toda clase de privilegios abusivos y de peculados, para acrecentar ganancias subrepticias de burócratas civiles y militares venales.

Debemos considerar también como de primer orden, como evaluamos la capacidad de movilización y firmeza de propósitos de la dirección opositora y de sus miles de militantes adeptos, ya acostumbrados por 10 años a resignaciones sucesivas frente a los abusos del poder chavista.

Ni siquiera cuando se ganó de forma aplastante, en el referéndum sobre la reforma, el 2 de diciembre de 2007, y que Chávez descalificó y estigmatizó porque según su propia expresión era: “una victoria pírrica de mierda”, nuestras huestes opositoras fueron convocadas para imponer las consecuencias, más que evidentes de esa victoria, que cuestionaba la legitimidad del propio gobierno o por lo menos de su plan político, que de todas maneras se impuso por cuotas con las leyes habilitantes.

Merece especial consideración que contra toda legalidad se realizó el 15 de febrero de 2009, otro referéndum sobre la cuestión ya juzgada electoralmente, sobre la reelección presidencial indefinida, negada en el referéndum de diciembre 2007. Chávez pudo arrancar una supuesta o real victoria en esa oportunidad, haciéndose de la neutralidad de los dirigentes opositores locales y regionales, a quienes les ofreció el caramelo de su propia reelección, a cambio de tolerar la permanencia vitalicia del déspota en la jefatura del Estado.

Aún más, teniendo mayoría en el país, también se aceptó la delimitación fraudulenta de los circuitos electorales, para generar una mayor proporción de diputados para el gobierno y así llegaremos a la elección presidencial, la primera después de aquella decepcionante postulación de Manuel Rosales, donde se aceptó en minutos haber perdido contra un 62% que el CNE le asignó a Chávez, en medio de declaraciones nerviosas atribuidas a “líderes nuestros” sobre qué: si no se aceptaba eso: “el gobierno sacaba los tanques a la calle y masacraba y etc” … que otro resultado “era esperar pajaritos preñados” etc.

Admito sin embargo que solo los aguafiestas, que no nos dejamos llevar por las ilusiones recordamos estos desagradables episodios.

Llegamos entonces a otra situación decisiva. El 7 de octubre estarán en juego centenares de miles de millones de dólares, porque en Venezuela quien los administre cada año, decide también a cual porción de arribistas y logreros hacer más ricos o billonarios, en cual medida se deforma aun más la economía rentista, con sus asfixias estatistas y cuales esquemas de alianzas geopolíticas compradas pueden seguirse estimulando.

Como se ha aprendido con Chávez ahora, un costo de primera para un gobierno ilegitimo adinerado es montar un tinglado de mecanismos de seguridad diplomática, para mantenerse en el usufructo del poder, respaldado por chulos y asociados, interesados en nuestra chequera petrolera, desde la comunidad internacional, en la que los principios de la ética democrática, son tasados también, igual que en una negociación sobre porcinos, o aranceles de cualquier rubro.

¿Se le puede ganar a Chávez? Rotundamente sí, pero cobrar es lo que requiere de un liderazgo dispuesto a todo, en particular a no dejarse chantajear como nos enseñaron los hondureños y los paraguayos, que rescataron su dignidad de pueblos libres.

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