MIGUEL BAHACHILLE M.
ElUniversal
La manipulación de encuestas con fines políticos no es un fenómeno nuevo. El mismísimo George Gallup comentó descarnadamente en 1962: "el único rubro en que es posible llevemos ventaja a los rusos es el de nuestros métodos de sondeos para verificar previamente ideas de propaganda y medir el éxito con que se usan". Además agregó: "cinco mil millones de dólares invertidos en tanques, cañones y acorazados, serán mucho menos útiles para alcanzar la victoria final sobre el comunismo, que cinco mil millones de dólares adjudicados a la guerra imaginativa".
Algunas encuestadoras locales han copiado la enseñanza jactanciosa de Gallup al pie de la letra tal como hacen los buhoneros que tocan puertas para ofrecer sus mercaderías al mejor postor. En nuestro país, luego de 50 años de vida republicana, en beneficio de la democracia, se hace necesario denunciar la farsa instaurada por las encuestas rabisalseras. En otras palabras, advertir sobre el manoseo de esta pseudo industria para fabricar fábulas y vender opiniones.
Como si fuera poco, no les basta con el tallado que hacen de su magia numérica sino que arrogándose la potestad de la cognición humana, tienen la osadía de legitimar ciertos temas de campaña desestimando otros a su buen entender. Incluso se regodean de entender el contexto político del país y definir el rumbo adecuado de cada acción basados en criterios vagos carentes de esencia científica.
Por ejemplo, cuando la encuestadora pregunta cuál de estos dos hombres, Capriles o Chávez, está en condiciones de confrontar los arduos conflictos del país lo que hace es burlarse de nosotros. Preguntas similares a ésta lo que hacen es confundir y distorsionar la verdad para engañar a buena parte de la población. ¿Está el país en condiciones de confiar su destino en superhombres con programas que relegan a segundo plano los sistemas productivos como instrumento de bienestar? Esa pregunta, luego de 14 años, deja de ser un dilema para el elector pues ya bien sabe que debe optar entre la iniciativa democrática y un régimen represivo por esencia.
Algunas encuestadoras limitan sus funciones a ejecutar las pautas adjudicadas por el contratante como por ejemplo verificar el rumbo de propagandas falseadas y medir su eficacia. Evidentemente no se trata de un marketing decoroso sino de servir al borroso interés del régimen-pagador. ¡No hay otro cliente! En consecuencia el apoyo económico que reciben es determinante para su subsistencia; razón por la cual es difícil exigirles que se desvinculen de esa fuente de ingreso en pro de la imparcialidad. Para evitar aberraciones como esas, en ciertos países, por ley, todas las encuestas políticas son sufragadas con partidas reservadas en el presupuesto de la nación.
Los encuestadores reivindican para sí dos funciones importantes: una, que ayudan a la democracia por facilitar la comunicación recíproca entre los encargados de la toma de decisiones y el público. Por otra parte, alegan objetividad de su pesquisa por usar métodos científicos al servicio de la nación. ¿Comunicación reciproca?
La información entregada por el indagado es devuelta al interrogador quien la pondera a su buen entender y al servicio de su contratante. ¿Es ello una comunicación recíproca? En ese concepto debería estar implícito el intercambio fundado en una igualdad aproximada entre las partes que se comunican. En otras palabras, no puede haber comunicación bidireccional si el desequilibrio económico, político, racial, de la índole que sea, entre ambas partes es muy grande. Si el interrogador hace sentir su fuerza o su poder sobre el interrogado, ya sea por el lugar que ocupa o por el papel que representa, la encuesta se convierte en potencial instrumento de coerción. ¿Qué puede salir de encuestas pagadas por un régimen autoritario y opresor o por las efectuadas por Jesse Chacón?
No podemos caer en la trampa de las encuestas y sí seguir señalando las penurias de este régimen incapaz y botarate.
miguelbm@movistar.net.ve
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